Epístola a los amloenses, según Germán
Jaime García Chávez
“¿Por qué escribir una carta? Por que no se puede hablar ni callar… Se escribe porque no se puede hablar”, nos dice el filósofo André Comte-Sponville. Quizás Germán Martínez se vio en esa tesitura que denota la imposibilidad de hablar al interior de un gabinete encabezado por Andrés Manuel López Obrador y que se propone hacer historia, lo que me permite concluir que recibió la renuncia de aquel como una noticia, sin que esto signifique que no había advertido los presagios de la dimisión.
El escándalo de la carta del expanista es, a no dudar, ejemplo de una paradoja singular. Que un hombre formado y estructurado mentalmente en la derecha política –no olvidemos que es uno de los críticos más vitriólicos del general Lázaro Cárdenas– cuestione los vigentes paradigmas del neoliberalismo al que se le rindieron honras fúnebres, es más que una simple anécdota. Los que primero debieron haber levantado la voz con lo que sucede en el IMSS y en multiplicidad de espacios de la administración pública son aquellos ubicados a la izquierda, que tienen un largo historial porque han hecho armas contra la depredación y la globalidad imperial de los últimos treinta años. Pero no fue así. Esa izquierda está adosenada, practica el temor reverencial y, por lo que se ve, trae un zíper en la boca.
No es casual. Hagámonos cargo de que el gobierno de López Obrador no es de izquierda, expresamente se ha subrayado, y cuando esto ha sido parte del discurso o la retórica no tiene mayor trascendencia, pero cuando se sedimenta en las grandes decisiones de gobierno entonces cobra la dimensión letal que se deja sentir en la profundización de la institución, en este caso del IMSS, y por añadidura todo el sistema de salud en el país. Si a esto se agrega la peregrina idea de centralizar esa esfera en el gobierno de la república, ya se pueden anunciar las tragedias que vendrán. Al respecto son de recordarse las críticas que un experto como Julio Frenk Mora ha señalado en artículos caracterizados por su lucidez intelectual y de real experto en la materia.
La renuncia de Germán Martínez tiene una importancia de fondo que se ha querido diluir a través de mecanismos de control de daños, entre otros el nombramiento casi instantáneo de un politólogo para encabezar una institución que debiera estar en manos de profesionales del muy complejo problema. No se trata de esos relevos que se dan como ordinarios en la administración. Aunque lo nieguen, en términos telúricos, aquí se abrió una fisura que luego se puede tornar en terremoto devastador. Obviamente Germán Martínez no dijo todo lo que se debe decir, y una parte de lo que denunció es algo muy conocido por todos los derechohabientes. De paso afirmo que no se trata de una simple migración de un aparato del Estado a otro, pero sí precisar que Martínez critica y renuncia con dos características: la muy bochornosa que se enmarca en el señorpresidentismo muy acendrado, por una parte, complementada con la otra y que es desempaquetarse como senador de la república, rubricando el hecho sendas fotos, una con la dirigente nacional de MORENA, Yeidckol Polevnsky, y la otra con Martí Batres, que ahora viste de frac.
Dejemos la cáscara y vayamos a la nuez. Se cuestionó una política errada que erosiona los necesarios fondos públicos para salud, olvidando que esta es una prioridad precisamente cuando se sustenta como compromiso histórico dar un viraje contra el neoliberalismo, porque fueron las políticas de ese sistema las que destruyeron las instituciones de seguridad social, salud primaria, pensiones y jubilaciones. Esto significa que se neglige deliberadamente algo que es esencial, so pretexto de una austeridad precisamente de corte neoliberal y sin decir el “para qué” de estos recortes, porque estamos seguros que no se los van a robar, que los van a aplicar en otros empeños del actual gobierno que están, también, a debate, programas sociales clientelares, el Tren Maya, las refinerías de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía, donde por cierto los militares acrecientan su poder, ominosamente.
Dejar de ser neoliberales significa fortalecer a instituciones como el IMSS y otras que le son hermanas porque se abocan a lo mismo. Pero no es esto el criterio diseñado por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, que trae poderosas tijeras entre sus manos para realizar recortes que ponen bajo sospecha una área neurálgica en la vida nacional como es la salud de la población. El hacendista quizá no entendió la diferencia entre “cargo” y “encargo”, pero ahora sí recibió de manera expedita al relevo, Zoé Robledo, lo que negó reiteradamente al que se fue.
De los aspectos de fondo en la famosa carta está la denuncia del “descuido” en la recaudación tributaria y la debida y justa incorporación de los trabajadores lo cual representa un suicidio: “La mayor corrupción, además de ser un delito establecido en nuestra ley –dice Germán Martínez– es la simulación de la declaración de las cuotas subestimadas”. A esto podríamos sumar otros aspectos, no porque los haya señalado Germán, que es un recién llegado en esto, sino porque precisamente desde la investigación académica seria se han señalado diagnosticando el problema, realizando la crítica pertinente y atalayando propuestas insoslayables. Pienso en la obra de una generosa científica sueca nacionalizada mexicana, Asa Cristina Laurell, que desde tiempos muy tempranos criticó todo esto y de lo cual da cuenta, al menos, uno de sus libros: “La reforma contra la salud y la seguridad social”. No hablo de cualquier personaje, hablo de una figura que ocupó una secretaría fundamental en el Comité Ejecutivo del PRD que encabezó López Obrador y que además se ocupó de la cartera de salud en el gobierno de este en el Distrito Federal.
Esta renuncia es probable que sea la primera de otras que cimbrarán al gobierno actual y denota que la exacerbación del presidencialismo que estamos viendo produce trastornos de dimensiones catastróficas. Por ejemplo, el régimen de autonomía que tiene el IMSS le pone barreras muy claras a la injerencia de la SHCP, pero para su titular primero están las órdenes y luego la racionalidad de las decisiones. De otras autonomías, ni qué hablar: están bajo sospecha y bajo amenaza. Ya hasta se oye que el INE (Instituto Nacional Electoral) puede desaparecer. Pero esa es harina de otro costal.
Precedió a este affaire el pragmatismo de encumbrar a Germán Martínez para obtener una sumatoria de votos garante del triunfo de 2018. De un personaje no carente de talento, pero que apostó por la usurpación calderonista en su momento, primero se le regaló un escaño senatorial, luego del IMSS, para desembocar en pocos meses en lo que ya hemos visto, y que por lo demás revela también una buena práctica, ajena a la abyección a ultranza de medrar, simular y disimular en los cargos a toda costa. Es bueno que los altos funcionarios que no están dispuestos a obedecer lo que se les diga renuncien y expongan sus razones, sus verdaderas razones. Así nos daremos cuenta de las miserias de un presidencialismo que no acaba de irse y que lastra al país entero.
Seguro estoy que no pocos hombres y mujeres ubicados en la izquierda quisieran decir lo que escribió el expanista, pero andan perdidos en la obediencia que tanto cuestionaron en el pasado. Por lo que a mí toca, me preocupa que andando el tiempo asumirse de izquierda vaya a ser motivo de enormes reconvenciones sociales. En ese contexto, la carta casi pastoral de Germán es una expresión, como las de Pablo el converso, que puede enderezar el camino si el santo señor lo escucha.
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