¡Ayotzinapa un crimen de Estado!


Ofer Yemal Santana A.

La masacre de estudiantes normalistas de Ayotzinapa no es un hecho aislado, tampoco es un acto de barbarie de la delincuencia organizada por sí misma. Lo de Ayotzinapa es una más de las agresiones de los gobernantes contra los gobernados. ¡Es un Crimen de Estado!, institucionalmente hablando, pero por sí mismo es un asesinato vil y rastrero de un gobernador y su séquito de cómplices y aduladores; que si bien ese gobierno -el de Guerrero- está absolutamente plagado de delincuentes, ni duda cabe, como tampoco quepa duda que no es el único gobierno infiltrado por cárteles y asociaciones delincuenciales de todo tipo. Con todo esto, lo ocurrido contra los normalistas es inaceptable e intolerable. Su origen puede tener como fecha el 12 de diciembre de 2011, cuando un grupo de normalistas plateaban en un pliego petitorio lo que en justicia les correspondía como ciudadanos de un Estado supuestamente democrático: la dignificación de sus instalaciones escolares y mayores recursos para su sostenimiento. La intolerancia de un gobernador provocó entonces la muerte de dos estudiantes, las primeras víctimas, pero lo ocurrido recientemente con los 40 normalistas desaparecidos y asesinados es el corolario de la infamia a la que nos hemos acostumbrado, esa no tiene fecha de inicio o plazo de término. Cuando a los estudiantes y a los jóvenes se les criminaliza es porque el propio Estado opresor se siente cimbrar, le atemoriza cualquier voz que se levante contra él.
Es triste cualquier pérdida, la de estos jóvenes no es menos, pero si es más, porque estaban en plenitud y estaban solos. Un país de millones de habitantes les dio la espalda, otros de sospechosas intenciones acostumbrados a protestar por todo, todo el tiempo abarataron la protesta, la inconformidad, hartaron a la sociedad civil que ya no sabe en quien creer, sospecha y duda de todos con razón. Estos jóvenes fueron las víctimas del Estado represor sí, pero también de los que han convertido la protesta en su modo de vida; en su negocio personal; en el peto con el cual pueden realizar casi cualquier desmán esperando no ser castigado amparándose en el noble pero gastado derecho de manifestación y asociación conferidos por los artículos 6o y 9no Constitucional.
Vivimos bajo un Estado represor, bajo una democracia simulada, y un terrorismo solapado por los Medios de Comunicación, pero también vivimos en medio de una Sociedad Civil, dispersa, incrédula y sí, también insensible, y cobarde, para ponerle todos los acentos. Vivimos cooptados por cárteles, tanto del narcotráfico como de la política, de izquierda como de derecha, facinerosos y corruptos. Estos jóvenes pagaron con sus vidas sus anhelos, su ingenuidad y su juventud. Creyeron en quien no debían y minimizaron los alcances de los asesinos que hoy mismo se encuentran del mismo lado, en ambos lados de la justicia.
Yo soy culpable también de esa masacre y me avergüenzo, y no busco expiación. Aquellos que no asuman su propia responsabilidad quizá vivan felices indiferentes, yo no, y ¡exijo se castigue a los culpables, y se investigue el actuar tanto de los cuerpos policiacos como del propio gobierno! ¡Que se investigue y se castigue cualquier responsabilidad del ayuntamiento de Iguala! y ¡Que los medios de comunicación asuman su deber de informar con veracidad y oportunidad sobre los hechos ocurridos y los que recién ocurran!, ¡Y que cese de una vez por todas la criminalización de los estudiantes por parte de los gobiernos federal y estatales!

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