La libertad palpita en Chihuahua


En un evento plural por su colorido político, entusiasta como pocos en los últimos años, deseoso de pasar a la acción, se fundó el capítulo Chihuahua del Frente por la Comunicación Democrática. Se suma a los esfuerzos realizados en Puebla, Veracruz, Querétaro, San Luis Potosí, Baja California, Jalisco, Oaxaca, Distrito Federal y otros que vendrán, que van dando consistencia nacional al repudio a la iniciativa de Enrique Peña Nieto que contraviene recientes y avanzadas reformas en materia de telecomunicaciones y radiodifusión contenidas en la Constitución general de la república y que fueron votadas en el Congreso de la Unión por unanimidad. El evento fundacional fue acompañado por Cuauhtémoc Cárdenas, Denise Dresser y por el senador Javier Corral, tenaz impulsor de la democratización de los medios en el país y la lucha contra la concentración monopólica que se encarna en Televisa, TV Azteca y la emergencia de las ambiciones de Carlos Slim.

La propuesta de extender la organización al estado de Chihuahua cayó en tierra fértil. Me permití decir en el discurso que pronuncié ahí que “algo se mueve en Chihuahua”. Y es cierto, porque los asistentes si bien apoyaban la creación del capítulo, querían –quieren– que se lance un proyecto para Chihuahua y lo saque del grotesco autoritarismo a que se le ha sometido. Por respeto a la audiencia el evento no se decantó hacia un fin que no fuera el convocado, lo cual no impide dejar constancia de ese alentador sentimiento.

La fundación local del Frente es relevante porque nos coloca como observadores de cara al estado que guardan nuestras libertades (en particular la libertad de expresión), en una democracia que no se ha consolidado y que tiene como precedente una transición largamente acompasada. Enfaticemos que no hay democracia consolidada sin plenas libertades públicas. Los oradores, particularmente Corral y Dresser, enmarcaron el problema en el tema de los derechos, de todos los derechos, en la tendencia abierta por la reforma constitucional de 2011 que abrió al país de manera franca por la ruta precisa de los derechos humanos. En particular me permití subrayar que con la llegada de los priístas al poder las libertades de los mexicanos están en grave riesgo, que seguimos en la vieja historia que bien se describe en la práctica de que en la Constitución se puede escribir cualquier cosa, que luego la ley secundaria limita y regatea y finalmente mata una cultura adicta a la sociedad cerrada, el control mediático, la compra y corrupción de medios, la censura y autocensura y el chantaje gubernamentales, lo que no se entiende sin el gasto de grandes cantidades del presupuesto para los pagos correspondientes que además le granjean al gobernante el culto a su personalidad.

La iniciativa peñanietista subordina el interés público, el interés de la sociedad –el suyo– a las leyes del mercado en el más puro estilo neoliberal. Quiero precisar: el Frente no está por la abolición del sector comercial en los medios de comunicación, entiende que los mismos toman el cuerpo empresarial como estructura y la ganancia como divisa. Pero reconocer esto no es obstáculo para arribar a una conclusión precisa: que esas empresas operen en condiciones de verdadera competencia y que haya una real desconcentración que nos hable a los mexicanos de que los monopolios en esa esfera tienen contados sus días. Hablo de los monopolios que hasta ahora se personifican en el monstruo bicéfalo de Azcárraga-Salinas Pliego. El Estado democrático que queremos ver desplegando su acción en todo esto es aquel que no abdica de sus facultades de regulación (en el tono, prácticas y términos que lo han hecho todos los últimos gobiernos). El Frente estaría reclamando que la nación tiene el dominio directo del espectro radioeléctrico y que por tanto, por esa vía, se deben garantizar los derechos de todos los mexicanos a tener una televisión de alta calidad, al igual que otros países avanzados, como la BBC de Londres, según lo dijo Denise Dresser. En el fondo está la lucha por una televisión que tenga un proyecto que privilegie y nunca pierda de vista que primero están los intereses de la nación, sólo esos intereses y siempre esos intereses, aclarando que este planteamiento nada tiene que ver con una especie de nacionalismo estrecho a través del cual se alentara la peregrina idea de falsa autarquía. México está en el mundo.

El Frente recién creado ha salido en defensa de la Constitución y de la reciente reforma que fue saludada nacional e internacionalmente por hombres, mujeres e instituciones con profunda solvencia moral, jurídica y política. No se puede aceptar que lo que se reformó hace unos meses para bien, en los próximos días se revierta. Los senadores del PRI, en el futuro inmediato –y sólo pongo los ejemplos locales– le darían un bochornoso espectáculo de traición a cuantos los vean. Me refiero a Patricio Martínez, Lilia Merodio y Graciela Ortiz que ayer levantaron sus manitas para aprobar una reforma, para luego, obedientes, bajarla en señal de que no tienen ninguna representación, que son simple número y obsequiosos lacayos del poder presidencial. Por eso, Cuauhtémoc Cárdenas dijo en el acto que de llegar la reelección, deben ser castigados para que nunca más se les confíen encargos nacidos de la sociedad.

En particular la televisión se ha convertido en un poder fáctico que pretendió romperse con las reformas constitucionales para abatir la concentración de los medios en favor de lo público, lo comunitario, lo indígena, lo social, desdeñando el viejo esquema de poner todo esto bajo la siempre autoritaria y controladora óptica de lo que ha sido la Secretaría de Gobernación, hoy de nuevo fortalecida como aparato de Estado en manos del hidalguense –y este gentilicio marca– Miguel Ángel Osorio Chong.

En el arranque fundacional se reivindicó al Frente como un aparato ciudadano y una causa que a todos nos atañe, porque implica al derecho a la información, la inviolabilidad de la difusión de opiniones a través de cualquier medio, contravenir la idea de un IFETEL como un organismo genuinamente autónomo y democrático y no en un instrumento más de la presidencia y su Secretaría de Gobernación, y particularmente que a través de la ley que pretende imponerse no se desvíen las garantías necesarias para el más amplio acceso a las tecnologías de la información, comunicación, radiodifusión, banda ancha e internet. Cuando vemos al gobierno de Enrique Peña Nieto a través de su regresiva iniciativa de ley en materia de telecomunicaciones y radiodifusión, no dejamos de advertir su temor a una primavera mexicana, similar a la que se abatió contra las dictaduras egipcia, libia y tunezina. Y no es para menos.

Entiendo esta causa como una causa a ganar por la ciudadanía y no me desentiendo de que en el futuro se pueda dar una acción de inconstitucionalidad exitosa como la que vimos contra la Ley Televisa. Pero sin el músculo presente y actuante de muchos hombres y mujeres, esta especie de Estado de excepción que pretende Peña Nieto contra una libertad básica para la consolidación democrática no digo que todo estaría perdido, pero sí afirmo que todo sería más difícil. Esta es la razón por la que en el evento comentado vimos gente de todos los credos políticos; el gusto de ver lo que nos une, generó un entusiasmo desbordado. Nunca como en este evento se había precisado una consigna tan liberal como no más poder al poder. Observadores acuciosos de nuestra realidad llamaron nuestra atención de que hay que elevar la mira y precisar objetivos, que debe haber un programa que con precisión y gran aliento recoja las grandes causas de México –especialmente todo lo concerniente a hidrocarburos y energéticos– y tiene pertinencia la observación.

Quizá por eso poner el acento en las libertades facilite que los combates que vienen no cuenten en su contra con las libertades limitadas que nos quieren imponer. Si hay un problema complejo más no irresoluble, es este. En todo caso, el capítulo Chihuahua del FCD está ya ante la prueba del ácido, demostrar que se puede, aglutinar fuerzas y cristalizar la libertad que palpitó en el Museo Semilla de la ciudad de Chihuahua la pasada y calurosa tarde del 4 de junio.

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