¿Hipocresía, Ignorancia, Intolerancia o Amargura? El odio hacia el balón

A 10 días del Mundial la sociedad se polariza. Particularmente las redes sociales se llenan de seguidores de la euforia que despierta el juego de futbol, pero también de detractores quienes sienten como ofensiva la pasión que despierta ese deporte, y al no encontrar esa misma sensibilidad hacia las diversas problemáticas sociales, sienten como traición a la patria la sola idea de disfrutar de un partido del llamado deporte mundial por excelencia.

Entre estos críticos están aquellos que son o están inmersos en alguna agrupación política o ciudadana de las llamadas de "Lucha social". El principal cuestionamiento que esgrimen está que, según ellos, el pueblo, o dicho con mayor propiedad "La sociedad civil, está fanatizada, "estupidizada", siguiendo con el tono de una correcta expresión, o al menos diciendo las cosas por su nombre, porque su apellido es tan cambiante como los colores del día en una tarde de verano. Esta estupidez, -e insisto con las verdades no dichas por los poseedores de la verdad- la prueban a partir de la insensibilidad, que dicen, los individuos manifiestan hacia sus causas; consideran intolerable que los pobres no se dejen guiar por ellos, que no se agolpen a seguirles cuando estos convocan a luchar por las nobles causas; les parece indigno que las masas se reúnan a ver un partido de futbol y no les acompañen a un mitin donde ellos juran, se expresan las motivaciones más humanas y éticas de nuestra naturaleza. Sienten ofensivo que niños, mujeres, jóvenes, profesionistas, obreros, ricos o pobres se identifiquen con un jugador de futbol, el cual además les ofende todavía más, cobre millones por practicar una actividad nada intelectual como correr tras un balón, y que además, poco o nada retribuya a esa adoración. Pero están también los dueños del saber; aquellos que se dicen asimismo intelectuales o que se asumen como tales por el hecho de haber leído al buen GABO, que dicho sea de paso era un gran aficionado al futbol, como muchos otros, entre los que se encuentran Mario Benedetti aficionado al Nacional de Montevideo, o Albert Camus quien escribiera: “Lo que más sé, a la larga, sobre la moral y los deberes de los hombres se lo debo al fútbol”. Eduardo Galeano por su parte escribió "Su majestad el fútbol" y " El Fútbol a Sol y Sombra" donde deja patente su enorme afición al deporte de las patadas, en fin, otros mal leen a Lenin o a Marx, y en base a ello se juran seguidores de una teoría a la que ni entienden, porque de entenderla sabrían que el fenómeno del futbol es el mayor laboratorio de nuestros tiempos para entender la naturaleza de las masas, el origen moderno del capital y la relación del deporte con el Estado. En fin, pero están otros más, lo sociedad civil ilustrada, aquella que se ve así misma como des alienada por el hecho de no someterse a los caprichos de Televisa o TV Azteca, pero en cambio se repasan la programación de los canales gringos, y se maravillan con History Channel o el canal Discovery ignorantes de la campaña permanente de adoctrinamiento cultural, político, económico y moral que se despliega a lo largo de su programación. Se autoproclaman como la vanguardia pensante del país, pero se maravillan de la necedad de un líder icónico eso sí, de la izquierda dogmática que carece a todas luces de una verdadera visión de Estado, como la que encabeza el caudillo López Obrador, que al igual que Messi juega sólo en su equipo, pone al entrenador que quiere y palomea a los jugadores que han de acompañarlo en su obra; en su genialidad.

Y del otro lado, donde no llega nunca el sol, estamos aquellos menos vanguardistas e intelectuales, fieles a un gusto que acuñamos desde niños: El futbol; un deporte o una pasión, no lo sé, lo cierto es que así como cada cabeza es un mundo, la mía no se trastoca en lo que considera importante por dejarse llevar durante noventa minutos y disfrutar de un buen gol; ni se borran de golpe los cientos de libros que a lo largo de mi vida he disfrutado leer; ni se pervierte mi visión crítica, al llevar puesta una camiseta del equipo de mis amores como antes, en la adolescencia porte con orgullo la imagen del Ché Guevara, sintiendo que con ello expresaba lo caliente de mi corazón y lo noble de mis ideas. No voy a defender mis gustos porque sería largo convencerles de porque me fascina la carne, o el mole, o la coca cola bien fría, lo que si puedo decirles para que queden tranquilos, es que un balón de futbol no nubla mi vista más que los pendones de las malas campañas políticas, y ningún narrador me adoctrina más que los noticieros oficiosos o los programas de pseudo intelectuales, y el gritar un gol no me apartara de seguir como hasta ahora lo he hecho, gritando y denunciando, aún a costa de mi seguridad laboral, y de parecer un loco a los ojos de mis amigos y conocidos, las desverguenzas de los gobernantes o las corruptelas de los políticos y luchadores sociales que viven de las maldades humanas. Perdonen mi fanatismo tanto como yo perdono el suyo, y sigamos buscando la felicidad donde la encontremos.


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