CHÁVEZ: “EL HOMBRE DE LAS DIFICULTADES”


Hijo de maestros y un profundo admirador de la pintura y la literatura, la música y un excelente estudiante, quien siempre se destacó por su entrega a los estudios.  Criado por su abuela recibió de esta una formación agradecida y humilde. Vendía dulces, y cuando de niño quiso ingresar a la escuela se lo negaron por carecer de zapatos.
 De sus estudios militares fue capaz de imaginar no sólo un país, sino una patria, algo de lo cual sentirse orgulloso y enamorado hasta no poder más.
 Más allá del bocón e irreverente, atrevido y para muchos hasta terco antiestadounidense, que no americano –valga la aclaración-, porque él como avezado estudioso del bolivarismo, era una entregado amante del americanismo autentico, ¡calibanesco!

 Más allá del populista real, porque los hay también sólo de discurso o de pensamiento, estaba el hombre simple y sencillo, que sentía en el alma la pobreza y lo cegaba hasta no ser capaz de contener su odio y su rencor a quienes él consideraba los hambreadores del continente, “los Estados Unidos”.
 Entre sus detractores, muchos de ellos simpatizantes del sueño americano: amnésicos por conveniencia, de que ese sueño esta por supuesto sustentado en un destino manifiesto, criminal e inhumano, están quienes lo llaman DICTADOR.  Solo para que conste, un dictador es una persona que concentra todo el poder, sin división de poderes y que no permite la vida institucional, además cierra cualquier posibilidad para que la oposición llegue al poder. En la Venezuela actual, su ahora extinto presidente, practicaba una política autoritaria, no muy diferente a la de cualquier gobernante que siente claro lo que debe hacer, que imagina y busca consolidar su visión pero muchas veces no se atreve. Chávez sí, imagino una nación y trató de moldear aquella que había dejado la anterior administración de Carlos Andrés Pérez, quien gobernara por tres periodos y del cual además de una política entreguista y autoritaria, sobresale el asesinato del candidato opositor presidencial Renny Ottolina. Chávez ejecutó su sueño tal como lo soñó.
 Ególatra, pero no tirano, llevó educación y salud a los más pobres, pero también a los ciudadanos pudientes, a los favorecidos entre quienes hay que decirlo, están muchos de los que hoy lo lloran. Amaba profundamente a la niñez y a la juventud, y también era un creyente y respetuoso de la vejez y de la mujer, como lo demuestra la Misión “Madres del Barrio” que permitió a muchas mujeres salir de la miseria y llevar alimento a sus hijos.

Otros aseguran que si no era un dictador era sólo por falta de tiempo, que al cabo de los años llenaría uno a uno los méritos para serlo. Hoy se ha ido, y ha dejado una nación de instituciones, con una débil pero formada división de poderes, una Constitución operante y a la cual él mismo se sujetó, dio espacio a la oposición y la combatió eso sí, con todo cuanto pudo, pero permitió la vida democrática y bajo el amparo de ésta avasalló en unas elecciones tan limpias que la propia oposición no tardó en reconocer su triunfo, incluso antes que lo hiciera el candidato opositor del propio Obama.
 Era intolerante a la crítica, irascible y visceral; solía utilizar los adjetivos con gran asertividad e irrespetaba los protocolos de la política tanto interna como externa, pero también hizo de la palabra un arma valiosísima, y mejor aún, utilizaba esta oratoria para darle vida a su personaje, el cual era capaz de desesperar a un rey, como también hacer brotar las lágrimas de mujeres y niños que hoy le lloran.

Era un arquetipo de muchas cosas, pero no un timorato, soñador e indiferente, tampoco fue una mente castigada por frustraciones freudianas y menos aún, el comparsa de una nación y una ideología que tiene el mayor número de casas vacías y miles de personas viviendo en la calle o en tugurios insalubres, y que es capaz de pagar a un campesino mexicano menos de 200 dólares por 20, 000 kilogramos de manzana sin importarle el esfuerzo y el sacrificio que implicó su producción, y no sólo eso sino que se vanagloria de haber hecho el negocio más ventajoso y sobre tal caso imparte cátedra en sus Universidades.
 Atacó vehemente a la prensa y por ello fue justificadamente criticado, pero al menos, permitió su existencia, algo que en el poderoso imperio del norte, era inaceptable y hasta ilegal operar una prensa independiente, de izquierda o bajo sospecha de ser comunista; y pero aún, en sus medios, difundía como estrategia aleccionadora, juicios contra aquellos que se opusieran a su visión imperialista.

No soy quien para cuestionar a Chávez el gobernante, al venezolano, desde la distancia y sin haber vivido la realidad de ese sufrido pueblo. Tampoco puedo defenderlo sin ver comprometida mi propia perspectiva, sin embargo soy un convencido de que al igual que el propio Simón Bolívar quien se definía asimismo como “El hombre de las dificultades”, y que debió morir sin vencer a la mayoría de ellas, Chávez vivió enfrentando innumerables problemas y encrucijadas morales e ideológicas, y al final, al igual que este perdió la batalla ante la madre de todas las batallas, la muerte temprana. También estoy cierto que así como Chávez acogió el Bolivarismo como su estandarte, a partir de ahora, alguien tomará el Chavismo como su bandera y con ello hará feliz al líder que desde donde se encuentre podrá transitar hacia la historia… su propia historia.

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