Gobierno del Estado prepara un genocidio en las Barrancas del Cobre.


Para nadie es novedad que el desarrollo del Complejo Barrancas del Cobre desde su creación tuvo como propósito detonar el turismo, así mismo se preveía que los beneficios de tal empresa estaría focalizado mayormente en el propio gobierno del estado y más aún en los diferentes empresarios que NO gratuitamente decidieran invertir. Lo que suponíamos que pasaría, pero esperábamos que no ocurriera, era que las comunidades indígenas de la zona fueran una vez más como históricamente ha sido, despojadas, discriminadas y excluidas de cualquier beneficio. Ahora mismo somos testigos de como los indígenas Raramuris habitantes originales de la barranca, observan desde lejos, las suculentas ganancias que genera el mencionado complejo turístico, y más recientemente, han sido obligados a mirar aún desde más lejos los beneficios, ya que autoridades oficiosas y corruptas, en complicidad con los empresarios de la zona, expulsaron a los vendedores de la estación y de los diferentes puntos de la barranca, obligándolos a vender sus productos en puntos no sólo lejanos sino absurdos, aunado a ello, se viene apreciando un grave deterioro ecológico en toda la zona: contaminación de ríos, trastorno del entorno natural y expulsión de fauna nativa, por la mayor presencia de personas. 

Muchas comunidades se están viendo severamente afectadas, y ante eso autoridades como Francisco Salcido, con tono cínico se limitan a decir que todo es falso y que a los indígenas ni se les ha molestado y se les ha dejado en paz. ¿Es esa la obligación del gobierno, dejar en paz? ¿Qué la obligación del gobierno no debería ser el desarrollo y mejora de la calidad de vida de las comunidades? ¿En lugar de dejarlos en paz, no debería el gobierno tratar de incorporarlos a los beneficios y hacerlos parte de todas las decisiones que se tomen en la que fue su casa por generaciones? Por otro lado, como hablan de dejarlos en paz cuando todo su mundo ha sido puesto de cabeza. Eso no es cinismo, ni ignorancia, es solo un odio enfermizo, una voluntad por desaparecer a aquello que se interpone en sus ambiciones. Yo por mi parte, en principio, no pondré un pie más en las barrancas en tanto no cambien las condiciones para las comunidades de la zona y creo que mucho podemos hacer si promovemos un boicot a ese complejo que de seguir aniquilará lo poco que queda los Raramuris, obligándolos a vivir en zonas cada vez más apartadas, solo para morir.

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