Editorial

En México, lo que ocurre en la política no se improvisa y por el contrario, todo está fríamente calculado, como lo diría el “Chapulín Colorado”.
De ahí que la detención de Joaquín “El Chapo” Guzmán no fuera tan espectacular como muchos hubieran querido.
Hubo varias lecturas previas que indicaban que algo gordo estaba por ocurrir.
La imagen de Peña Nieto en la Revista TIME, cuya portada lo señalaba como el Salvador de México no fue casual, tampoco la llegada de Barack Obama, quien junto con el 1er. Ministro Canadiense Stephen Harper tuvieron entrevistas “privadas” con el Presidente de México, y donde sin ser pitoniso, creo que la señalada agenda bilateral, tuvo su mayor alcance, si no es que el único con el tema de la seguridad, los grupos de Autodefensa y la urgencia de un golpe maestro con la detención del narco.
La intervención de los Estados Unidos en esa captura es indiscutible a través de la DEA.
Que hubo todo un trabajo de inteligencia que ya la quisieran las mejores peliculas de James Bond es probable.
El pueblo de México que no se chupa un dedo y que es desconfiado por antonomasia ha echado a volar la imaginación y muchos creen que fue una negociación concertada ó lo que es peor, que la persona detenida sólo es un doble de Guzmán Loera.
Con todo lo que se dice, se habla en reuniones de café ó a través de las redes sociales es incuestionable que Enrique Peña Nieto ha salido fortalecido con esa detención y con ello, está allanando el camino para lograr que salgan las leyes secundarias de las reformas estructurales que ya están aprobadas.
Veremos, si a diferencia de la detención de Elba Esther Gordillo que a todas luces fue un golpe mediático porque no ha trascendido con otros culpables, en el caso del Chapo Guzmán se detiene a personajes involucrados en los delitos que se le imputan en los que probablemente se encuentren funcionarios públicos federales, gobernadores, militares y empresarios.

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