Editorial

El gobierno de México ha dado a conocer un acuerdo tomado con los grupos de autodefensa en Michoacán convirtiéndolos en defensas rurales para tener reconocimiento oficial, siempre que registren sus armas ante la SEDENA.
Al parecer dicho acuerdo no está siendo respetado por algunos de esos grupos, y por el contrario, siguen actuando al margen de la ley y continúan avanzando en otras comunidades del Estado.
Lo que mueve a reflexión es el apoyo que pobladores de esas comunidades están dando a las autodefensas pidiendo que el ejército se retire de ahí.
Promover el acuerdo por el gobierno de Peña Nieto es reconocer tácitamente la imposibilidad de desarmar a estos grupos y detener el crecimiento de ellos, que están surgiendo en otros estados como Guerrero, Morelos, Veracruz, Oaxaca, el Estado de México, Puebla y Chihuahua, aunque en algunos lugares, con otra denominación como guardias comunitarios, dicho de otra manera, el gobierno federal ya no quiere queso sino salir de la ratonera.
Por otro lado, el papel que juega el ejército mexicano es endeble y raquítico a pesar de la estrategia al enviar miles de soldados con equipo y recursos suficientes como si se tratara de una verdadera guerra y no para combatir a los caballeros templarios.
En los últimos días se han presentado enfrentamientos entre templarios y autodefensas en algunos lugares con bajas de ambos bandos, y donde el ejército llega varias horas después como si se tratara de acciones planeadas.
Es de suponer que en la medida que los grupos de autodefensa se empoderen será más difícil controlarlos.
La exigencia de estos grupos y el condicionante de que solo dejarán las armas hasta que sean detenidos las cabezas y los principales capos templarios es difícil de creer.
La detención de Dionisio Loya Plancarte, alias “El tío”, Jesús Vázquez Macías alias “El toro”, y otros delincuentes menores, ha servido para bajarle la presión a la olla pero no para cocer su contenido.
En Guerrero, ante el rechazo de algunas poblaciones al ejército, grupos de autodefensa encuadrados dentro de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero han llegado hasta Acahuizotla, Palo Blanco y Mazatlán, estando cerca de llegar a Chilpancingo.
Por lo pronto la madeja de este asunto tiende a embrollarse más y no se ve una salida a corto plazo.

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