Libertad de prensa: 7 de junio ó 3 de mayo, es el dilema

Por Jaime García Chávez.


No viene al caso dar los pormenores de cómo y cuándo el régimen autoritario del PRI fijó el 7 de junio como el Día de la Libertad de Prensa, incluyendo la efeméride como un día más en la abigarrada liturgia para simular un país con libertades públicas, fraternales relaciones con todos los periodistas, aunque en la realidad, en las calles, se viviera todo lo contrario.
De entonces a acá, el 7 de junio se fue convirtiendo en un ceremonial en el que por la mañana había ofrendas (ofensas) a Francisco Zarco, sin duda un liberal y periodista sin tacha al que debemos, ni más ni menos, que la memoria viva de los debates del Constituyente de 1856-57, y a partir de mediodía el sarao, la fiesta, los banquetes, las rifas, la entrega de sobres lacrados con billetes de alta denominación y la ingesta de mucho tequila, brandy, coñac, vinos tintos y champaña. Los discursos, pródigos en elogiar las virtudes que no se practicaban, se convertían en eructos con olor a fermentada champaña. Al día siguiente la cruda y la prolongación de la insoportable levedad del ser (perdón Kundera, pero también aquí pasaban esas cosas), advertida desde otra lógica magistralmente por Vicente Leñero en su obra Los periodistas. Qué digo pasaban, todavía están entre nosotros. Nuestros periódicos no se llaman Pravda pero mucho se le parecen, hasta por aquello de que la gente los abre principalmente en inútil búsqueda de verdades en las cartas al lector.
Los periodistas que en estos tiempos quieran dar muestra de su independencia, de quemar veladoras en el altar verdadero de la libertad de prensa, tienen la oportunidad de ir borrando este 7 de junio para sustituirlo, con acendrada innovación, por el 3 de mayo. Doy noticia, en realidad no lo es:  el Día Mundial de la Libertad de Prensa fue proclamado oficialmente durante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1993, siguiendo la Recomendación de la Conferencia General de la UNESCO, haciéndola coincidir con el aniversario de la Declaración de Windhoek, Namibia. Sin duda la nueva fecha, con el espíritu que la alienta, ha empezado a abrirse paso en nuestro país. Ojalá también suceda en Chihuahua.
Hace tiempo, y a lo largo de muchos años, cada 7 de junio divulgaba algún texto denunciando la ausencia de libertades en esta materia. Citaba a nuestros próceres nacionales, locales, y hasta recurrentemente salían a relucir las interpretaciones que al respecto elaboraron dos grandes pensadores tan diversos como esenciales: Karl Marx y Alexis de Tocqueville. Recordar esto me hace pensar que no obstante la liberalización habida en el país, en muchas regiones seguimos en la grotesca circunstancia de las mulas de noria que dan vueltas y vueltas sobre un mismo punto sin llegar a ninguna parte y en la especie ni agua sacan. Por eso, más breve y con la desgana que a todo mundo le llega, prefiero refritear un grabado del México insurgente de 1968 que describe bien lo que aún tenemos. Espero fundadamente que dado el cretinismo reinante, no afectar la digestión de nadie. He aquí el grabado:

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