Retenes urbanos: la ciudadanía despierta

Por Jaime García Chávez


En las clases de Teoría del Estado de Óscar Ornelas, dictadas en la antigua Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua, se le escuchaba recurrentemente esta frase:
“Según León Duguit (olvidado pensador francés del derecho público), para el común de la gente el policía de la esquina es el Estado”. Mucha razón asiste a esta sencilla enseñanza. El ciudadano no es un diestro ni en política ni en ciencia jurídica, a menudo ni su estado de ánimo ni sus conocimientos elementales le dan un nivel en estos temas, pero en el choque diario de los más sencillos actos de la vida se topa con los agentes del gobierno: anualmente cuando paga los impuestos, y todos los días cuando padece la presencia –la ausencia también, pero es otro tema– de agencias policiacas hostigadoras y corruptas y siempre ineficaces. El policía de la esquina es la personificación del Estado y el rostro que muestren lo mismo puede ser el de César Duarte o el de Enrique Peña Nieto. Las policías por lo general son serviles a sus amos y además reproducen lo que en ellos ven o alcanzan a captar. Si el alto gobernante es déspota, el policía es déspota; si el alto gobernante es corrupto y roba, el de abajo se cree con la licencia suficiente para hacerlo. Si el gobernante maltrata a la sociedad, el policía jamás duda en hacerlo. Este tipo de policía es absolutamente servil con los de arriba como déspota con los de abajo.
Más allá de que se tenga por cierta, verdadera o correcta la apreciación de León Duguit, su realismo político es sorprendente, y aquí en Chihuahua tenemos un magnífico ejemplo de la dura cotidianidad por la que pasan los ciudadanos frente a este tipo de agentes del orden, y perdón por la expresión porque son lo contrario. Me refiero a los que tienen que ver con la vialidad o movilidad urbana en la capital del estado. César Duarte Jáquez nombró en esta dependencia, que debiera ser eminentemente técnica, primero a Raymundo Romero, quien quizá no sabe ni andar en bicicleta, y luego lo movió, hágame usted el favor, a secretario general de Gobierno, para luego nombrar a Ricardo Mejía Borja, un hombre que fracasó en la Iniciativa Privada y se rescató para todo tipo de cargos, no importa la preparación o perfil que para el mismo se requiere. A ambos se les encargó encabezar una especie de belicosidad permanente contra los conductores de automotores en una ciudad que ya no soporta el crecido número de su parque vehicular. La consigna fue: ¡Infraccionen, molesten, multen, traigan dinero al erario y además realicen sus propias “buscas”! Y allá fueron, a chocar con un gran segmento de la población que empezó a ser agredida desorbitadamente, a todas horas y con el menor pretexto. No es cierto que se busque bajar el índice de conductores ebrios con medidas preventivas y de acrecentamiento de la responsabilidad de conductores de vehículos: lo que importa es enjaretar buenas multas y poner en las manos de los agentes un arma corruptora inigualable: amenazar con cobrar 6 mil pesos de multa o arreglarse con mil con estos policías de la esquina. Ya sabe lo que esto significa.
Así, los retenes crecieron y además se hicieron a domicilio. Alguien reportaba una fiesta, boda, para que se apostaran cercanos a los sitios de celebración los agentes para trabajar de manera diligente y en su favor. La percepción de esta gran molestia social produjo el surgimiento de un foro en la red social de Facebook que muy pronto creció de manera exponencial. Al momento de redactar esta columna cuenta con 32 mil 881 seguidores activos y un común denominador: la operación contra los retenes a través del uso de la red y para evadirlos. Se trata de una resistencia ciudadana modélica para cosas de más alto calado. Igual sucedió en la inconformidad con la agresión a la ciudad con motivo de la construcción del muy polémico Vivebús. Un usuario de YouTube produjo en video una parodia a una canción de Vicente Fernández para hacer la burla –derecho y estilo legítimo de los ciudadanos para resistir– de este sistema de transporte y en 24 horas ya tenía la friolera de 20 mil 655 visitantes, y la tonadilla anda de boca en boca. Dicho sea de paso, que la prensa oficialista ya quisiera este número de lectores o despertar esta participación: su silencio la matará.

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