“LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS”.


Por Iskra Neyva Santana

Seguramente para quien empieza a leer este escrito, el título pareciera  un tanto paradójico  porque el alcoholímetro es un instrumento que permite medir el nivel de alcohol en la sangre y su implementación en las instituciones responsables de la seguridad vial, pretende precisamente  evitar que personas alcoholizadas puedan provocar accidentes o muertes por conducir en estado de ebriedad, pura prevención… se dice.  No obstante, al continuar leyendo se dará cuenta de que también se puede ser víctima de esta medida,  por lo que le recomiendo  que de una buena vez se decida a no salir en coche cuando va a tomarse unas “copitas” o acompañarse de esa persona a quien se le ha llamado conductor designado o “resignado” o de plano tome un taxi porque  de coincidir en su camino con un “retén”, le aseguro que pasará un momento bastante amargo como le ocurrió a Juan N, a quien por cierto debo confidencialidad por lo que me disculparán por omitir más información sobre su persona.
Un buen día Juan N. decidió como todos los viernes salir a tomar una copitas con sus amigos, aquellos que de siempre suelen reunirse, el club de Toby pues. Por la emoción de momento y ya encaminado, decidió llevarse su vehículo, al fin otras veces había llegado perfectamente a su casa y los retenes no siempre aparecen. Todo transcurrió como siempre que se reunían, mucha plática, mucho chiste, canciones, comida y mucha bebida. Casi el paraíso, cuenta él.  Ya entrada la noche, decidió que ya era hora de emprender la retirada, ahora sí en serio. Como su compadre había dejado su camioneta, se ofreció amablemente a llevarlo, al fin era su compadrito del alma, ni hablar. –Sirve que nos acompañamos - pensó. Se despidieron e hicieron el esfuerzo por no apoyarse uno en el otro, ya saben por aquello del qué dirán o por pura dignidad.
Conforme avanzaban Juan N se sentía tranquilo porque habían superado varios tramos sin novedad,  - ¡ya la hicimos! – falta poco para dejarlo en su casa – le dijo a su compadre. Casi a punto de llegar  la cara de ambos cambió de color: un retén y ni para dónde hacerse. Haciendo uso de todos sus recursos, rápidamente comieron un trozo de papel, buscaron un chicle, lo que fuera para que el aliento no los traicionara. Sin embargo su estado era tan evidente, que el agente de tránsito en turno, con  sólo escucharlos hablar con tanta dificultad pensó: estos andan hasta las “chanclas”. 
Sin remedio tuvieron que pasar la prueba del alcoholímetro, la cual obviamente mostró los varios vasos de whiskies que habían ingerido. - Ni hablar señores, a la delegación con todo y vehículo-, les dijo el agente. En el camino pensaron en toda clase de cosas, pasar todo el fin de semana “guardados” no era muy halagador, por otro lado no son tiempos para gastar casi 6 mil pesos en multa y ni hablar de perderse los partidos de futbol del fin de semana. Sin embargo, en muy poco tiempo ya estaban en las oficinas de la delegación y habría que enfrentar el problema. Al llegar los agentes les pidieron ingresar a oficinas separadas, para esto observaron que personas de Derechos Humanos se encontraban presentes “para lo que pudiera ofrecerse”; posteriormente empezó el tratamiento psicológico: que si tendrían que pagar el corralón,  los casi seis mil pesos que tendrían que conseguir para la multa y de paso el asunto del sufrimiento de las esposas por el marido ausente. Todo lo que pudiera servir para hacerles ver su irresponsabilidad por manejar en ese estado y sobre todo para hacerlos sentir acorralados. Posteriormente, cuando todo parecía perdido, apareció una alternativa: - podemos arreglarnos de otra forma – les dijeron los agentes. Habría que “ponerse guapos” y los hicieron que revisaran sus carteras. Obviamente después de pasar una noche de parranda, era poco el efectivo y hubieron de pensar en otra posibilidad.  Los agentes “amablemente”, los llevaron en sus propias patrullas a diferentes cajeros automáticos para que se hicieran del dinero que les quedaba (aunque usted no lo crea) y al más puro estilo de los secuestradores exprés, lograron que al menos aportaran tres mil pesos cada uno  “para la causa”.
Seguro puede parecerle una historia fantasiosa, sin embargo la que escribe le asegura que fue así,  dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad y como hay otros antecedentes…  usted sabe, los agentes de tránsito no son precisamente blancas palomitas.  Lo grave de este asunto es que si tomamos en cuenta la cantidad de personas que detienen  en estos retenes, alcoholizados  y no, porque a los jóvenes los detienen hasta por andar en grupo y los amenazan hasta que cooperan y aportan también la “cuota” con tal de no enfrentar una situación como ésta, imagine cuánto dinero lograr reunir estos “representantes de la ley” en una sola noche. Mi sueldo y el suyo en una quincena o quién sabe si más. 
Otro aspecto digno de analizar es la forma en que están involucrados otros actores en esta corrupción, lo cual los convierte en cómplices y es probable que en beneficiarios porque es un botín jugoso. Todo sucede dentro de las oficinas y en presencia de quienes se dicen defensores de nuestros derechos, porque es difícil creer que si el personal llega con gente detenida y luego sale como si nada hubiera pasado, nadie se dé cuenta y se vea como algo normal.  
Es lamentable que el gobierno del Estado insista en presentar una imagen de legalidad e incluso se lleven a cabo toda clase de actos mediáticos para demostrar que las instituciones están cambiando hacia la cultura de la legalidad y que sigan sucediendo cosas como está sin que se tomen medidas al respecto.  Por ello, si usted toma, no maneje. De lo contrario tendrá que pasar por una situación semejante o peor quien sabe, habría que ver lo que cuentan otros. Es cuanto.

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