LA MOSCA EN LA PARED - DE AMOR, ODIO Y DESCONSUELO



Estimado lector, el titulo de este escrito bien podría ser el epígrafe de una obra de García Márquez o de Isabel Allende, ciertamente.
Si imagina por un momento una historia de amor donde en medio de innumerables vicisitudes  y sinsabores, los protagonistas salen triunfantes para gozar de su amor eternamente, podríamos concluir que el titulo además de sugestivos, bien podría engalanar  las páginas de la mejor novela romántica  latinoamericana. Y si además le damos ese sabor melancólico del México de antaño, pueblerino y mestizo, como esa preciosa artesanía narrativa de los cuentos de Bruno Traven, tendríamos sin duda la mejor obra literaria que alguien haya podido leer.
En el Chihuahua de hoy, ese chihuahua de los tiempos del cólera, de amor y de sombras, donde el amor se esconde y se pierde entre los disvalores del individualismo y el utilitarismo;  de la anomia producto de la falta de fe y confianza en la autoridad, del Chihuahua Facebook, donde los enamorados viajan por el mundo de la red, entre imágenes  tomadas desde un celular, donde las palabras se cortan en sinsentidos que sólo el joven de ahora entiende; ese chihuahua moderno y  cibernético, del redbull, las tachas y el alcohol, es donde se entretejen las historias que le dan contenido a nuestra historia.
Los personajes no tienen las características que veríamos en las obras de un Alejo Carpentier, que circundan entre lo real y lo mágico, que alteran la realidad y nos embelesan en mundos de historia/ ficción. 
En el Chihuahua de nuestros tiempos los personajes son una farsa, una mezcla convenenciera y cínica, donde la hipocresía abunda, donde todo es posible y peor aún se subyuga por lo imposible. Donde la enamorada ya no guarda la expectativa del primer y verdadero amor, y donde la esperanza apenas pasa del día siguiente. Las parejas ya no guardan secretos, al menos ese guardado celosamente en tiempos de las abuelas, ahora el secreto mejor guardado apenas dura unos meses para develarse finalmente al cabo de nueve treintenas. 
El varón de hoy se asemeja a aquel instintivo, descrito en las historias de Aguilera Malta, que “come viste y desviste”, y sólo piensa en el trabajo sea cual sea, como el producto y sello de su hombría. 
En esta historia la vida es como un huracán, llega intempestivamente, de día o de noche, destroza todo a su paso y luego se va, dejando tras de sí dolor y llanto. En otros casos es una lluvia intermitente y pertinaz, que humedece la erosión del ambiente y reverdece los campos.
Las historias son como una canasta de cuentos donde lo exótico y surrealista se confunde con lo real, que a su vez se vuelve crudo;  ya no hay magia ni esperanza al final del último capitulo, el clímax de la historia se vuelve eterno y al final cuando llega estamos cansados y hartos como para apreciarlo. 
El amor no obstante circunda el ambiente, ¡es como un sueño!, un aroma imperceptible que llega furtivo y no alcanzamos a deleitar. El ambiente bizarro en cambio dura más que una noche, los ruidos de los perros callan para dejar su lugar a un concierto de plomo y chirridos de caucho quemado en el asfalto.
Nuestra historia es apenas un drama donde al final de todo, entre la desesperanza y el odio que circunda los límites de la tragedia, aún queda espacio para el amor, al menos ese trastocado al que se refería el buen Gabo:
Si alguien llama a tu puerta y todavía
 te sobra tiempo para ser hermosa
 y cabe todo abril en una rosa
 y por la rosa se desangra el día…

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

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