¿Amor en la política?

Esta sociedad actual tiene la tendencia a  privatizarlo  todo: Privatiza las empresas, como teléfonos de México, para tener entre nosotros al hombre más rico del mundo, sin tomar en consideración que sobre las empresas “gravita una hipoteca social” (Juan Pablo II). Privatiza la seguridad creando cercos de protección en zonas residenciales y dejando en la indefensión zonas “populares”.  Privatiza los derechos a la salud, al agua, al transporte, a un ambiente sano, a  los servicios públicos, a la educación, etc.
Incluso las familias y lo que sucede en ellas (maltratos, golpes, violencia, etc) todavía se considera como algo privado: “la ropa sucia se lava en casa”. Se privatiza la economía concentrándose en grandes emporios monopólicos creando una verdadera desertificación, una sequía económica.   Incluso la religión misma se considera como un asunto privado para practicarse en los templos, un asunto de cada individuo con Dios y que no tiene nada que ver con la vida social menos con la política.
Todavía más: Los valores del amor, de la amistad, de la fraternidad, de la solidaridad, de la compasión y de la misericordia se consideran asuntos privados y que dependen de la voluntad y de las convicciones de cada persona. Un empresario puede ser muy amoroso con su familia  y generoso en sus limosnas, pero en su empresa deberá mostrar toda la fiereza de un tigre “pa defender su negocio”, pues “business are business” (“Los negocios son los negocios”). Igualmente un funcionario público puede ser de “muy buen corazón” con los suyos, con su gabinete, con “los que le rodean”, incluso puede ser “un buen cristiano”, “amigo de curas o pastores” y, sin embargo, en su función pública puede ser un dictador, un autoritario, un déspota, un corrupto  y… párele de contar.
Santo Tomás de Aquino ya planteaba que la convivencia civil y política solamente adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad. “De donde los legisladores deberán procurar tener la misma o más atención en conservar la amistad entre los ciudadanos que en aplicar la justicia, sobre todo cuando, al penalizar, pueda surgir la discordia”, dice Santo Tomás.  Hay que buscar más la concordia en la amistad que en la represión, enemiga siempre de la “salud civil”, expresión del mismo teólogo. Recordemos que el lema de la Revolución Francesa era “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, ninguno de estos valores reñían entre sí, antes, al contrario, se complementaban mutuamente.
De aquí que deberemos reivindicar el amor en la política, darle su lugar. Se trata no del amor meloso, de abrazos tiernos y efusivos, del “cuchi cuchi” de los novios, sino del amor que exige justicia y verdad, como dice Benedicto XVI: “Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo”, se convierte “en un envoltorio vacío”. Además, “la justicia es inseparable de la caridad”, expresiones del Papa.
Concluyendo: Es legítimo y, además, es urgente hablar de una “Patria amorosa”, como lo ha dicho uno de los candidatos a la Presidencia. En expresión de Pablo VI: Es urgente construir “la civilización del amor”.  Es necesario poner en juego, como dice Pietro Ameglio, “la reserva moral de nuestro pueblo”, única manera de “reconstruir el tejido social”. Es claro que el amor no se puede decretar, pero sí se puede ciudadanizar “para serenar el País”, tal como se le ha dado carta de ciudadanía a la violencia hasta el extremo de volverse cruel y despiadada. Luchemos por ¡UNA VIDA DIGNA YAAA!

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