Releyendo a Mercury

Aquí y Ahora/ Oder Yemal Santana

Ayer por primera vez, luego de muchas otras, escuchaba la canción de Rapsodia Bohemia de “Queen”. Esta canción está entre mis favoritas por muchas razones, pero particularmente una, y es que se trata de una rapsodia, un estilo musical que transita de un momento de calma a otro totalmente eufórico, casi hasta catártico. Pero ayer la escuché por primera vez con toda calma, con una atención que no suelo poner ante lo evidente y lo obvio. De entrada, decidí ignorar el aspecto biográfico de Farrokh Bomi Bulsara, alias “Fredy Mercury”, y si acaso considerar su apasionamiento por la música de Mozart o Vivaldi, particularmente el primero, ya que su influencia resulta evidente en su rapsodia, y más importante aún, su percepción de la intolerancia y la discriminación.

La razón de intelectualizar esta obra musical no es ociosa contrario a lo que pueda parecer. En los últimos años he estado trabajando asiduamente sobre el tema de los jóvenes como elemento indispensable de la juventud, como concepto amplio e inacabado. Particularmente me he centrado en la violencia implícita en ambos conceptos. En ese sentido he tenido la oportunidad de platicar con muchos jóvenes con miras a entender, o por lo menos aproximarme a comprender su pensamiento, ya que está más que probado que ninguna generación es igual a otra, y por ende ni los jóvenes de antes podemos compararnos con los de hoy, como tampoco cada joven sea del tiempo que sea es estrictamente igual a otro. Sin embargo, existen peculiaridades que nos asemejan a todos los que fuimos y somos jóvenes y los que lo serán cuando otros dejemos de serlo, en estricto sentido. Una de esas particularidades se encuentra presente en la Rapsodia Bohemia de “Queen”, y es la falta de sentidos y significados, lo que genera hondos sentimientos de frustración, los cuales a mi manera de ver, determinan o influyen de manera activa en las decisiones de la juventud. No pretendo generar un debate al respecto, sino sólo aclarar mi punto respecto a que en todas las generaciones, hay adolecentes que no logran encajar en el mundo que los rodea, “protohombres” que sueñan pero no logran proyectar sus sueños en la vida real. En su Rapsodia, Mercury nos devela a un joven atrapado en una realidad de la que no es parte sino como testigo periférico, objetivo y ajeno al mismo tiempo, un joven que en algún punto quiso ser parte de algo y terminó siendo “como el viento”. En esta letra además, Mercury hace algunas referencias muy específicas que me recuerdan mucho a los jóvenes de mi generación, pero igualmente a los de hoy. Retrotrae a “Scaramouch”, personaje creado por el escritor Rafael Sabatini, de nombre André Louis Moreau, un joven idealista cuya principal causa es la fidelidad a la amistad. Cuando su mejor amigo es asesinado por un tal Señor de La Tour d'Azyr, este decide tomar venganza y para ello, crea su propia cruzada, que si bien no comparte las ideas de avivar la llama de la revolución en el pueblo, la impulsa con todo su ser. Esta experiencia dual, es creo yo mucho de lo impulsa a los jóvenes hoy en día, un impulso cargado tanto de ideología como de sueños y frustraciones. Cuando refiere a éste, Mercury claramente lo hace tratando de justificar una acción reprobable para la sociedad como lo es un homicidio, pero lo hace con un sentimiento de culpa, de transgresión que lo lleva al suicidio, y sin embargo en medio de su agonía, llama a su madre como un ejercicio también de expiación y arrepentimiento. Entre las pláticas que he tenido con jóvenes está particularmente una que viene a mi mente, la de un jovencito homosexual, que encerrado en un mundo agónico y desesperante decidió fallidamente quitarse la vida, quizá, -decía él- “es que no quería morir, no más que gritar mi tristeza”. Refiere que escribió a su madre sus sentimientos y frustraciones en una carta póstuma, que luego de su intento cambio su vida porque a partir de ahí sintió alivio, y claro está logró trastocar a su madre y familiares quienes decidieron apoyarlo. Quizá Mercury, con esta rapsodia trataba también de hacer lo mismo, ya que aunque muchos lo dábamos por hecho, este nunca se declaró homosexual, dentro de su círculo familiar y de amigos, más allá de que por su formación profesional era un “performance”, lo que hacía de Fredy Mercury un personaje excéntrico y feminoide, que en cierto momento se dijo gay en una entrevista para luego desmentirlo diciendo que era bisexual, y luego volviéndolo a negar como parte de su arte teatral, el cual contrastaba con el Farrok quien en su vida diaria era un hombre perfectamente normal y familiar. No obstante, la letra de sus canciones pudieran ser un grito desesperado de su homosexualismo el cual le aterrorizaba reconocer, dicen algunos, debido a que al ser homosexual contradecía su interpretación de la Sharia (cuerpo de derecho islámico) dado que Mercury era de origen Indio, del estado de Gujarat y practicante del islam. Como dije, no es su aspecto personal lo que me inspira a analizar esta pieza, sino como su letra se carga de significados que bien pueden ser el grito desesperado de muchos jóvenes acosados, marginados, excluidos y violentados, que ahora mismo se encuentran ocultos, transfigurados, tratando de mostrar una cara distinta a la suya que les permita sobrevivir en un mundo que no entienden y ni los entiende. Mercury en su maravillosa rapsodia nos lleva a la catarsis cuando este joven suicida le expresa a su madre “¡Adiós a todos, me tengo que ir! Tengo que dejarlos a todos y enfrentar la verdad…no quiero morir. A veces quisiera no haber nacido”. Como todo suicida, luego se arrepiente, pero este toma valor y conciencia para luego terminar con su obra, justificándola en un: “Nunca debí haber nacido”. 

Al final, cercano a desfallecer, empieza a sentir la presencia de la muerte, y dado que es un homicida/suicida, los espíritus de Belcebú lo atormentan, y el propio Alá pide por él, a lo que los espíritus se niegan:
Bismillah: ¡No! – No te dejaremos ir- ¡Dejarlo ir!
Bismillah: ¡No! – No te dejaremos ir- ¡Dejarlo ir!
Como final Mercury elige una frase de las llamadas “matadoras”, pero que describe un mundo de posibilidades que bien pueden retratar esa parte de nuestra juventud: violenta, disocial, frustrada y estresada:
¡Nada realmente importa, nadie puede ver!… ¡Nada realmente importa…NADA ME IMPORTA! Dicho de otro modo: “SI A NADIE LE IMPORTO, NADA NI NADIE ME IMPORTA”.

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