Partido Involucionario Institucional

Víctor Quintana Silveyra

Los priístas de convicción, sean pocos o muchos, los convencidos de los ideales de Lázaro Cárdenas, del Nacionalismo Revolucionario, estarán muy preocupados y muy descontentos. Con el giro que están tomando las cosas en su partido, no sería extraño que pronto cambiaran sus siglas de PRI a PII: Partido Involucionario Institucional. Porque, por más propaganda y despliego mediático que se haga, incluso con la imagen del presidente de la Expropiación Petrolera, es indudable que el tricolor se va alejando a la velocidad de la luz de su divisa “Democracia y Justicia Social”.
Los símbolos no lo son todo, pero pesan. Así, no deja de ser significativo que el gobierno de Peña Nieto haya decidido suspender el desfile del 20 de noviembre. Los pretextos sobran y si no pueden inventares, sobre todo el de la presencia en el centro del DF de la CNTE, la villana favorita de estos últimos meses. Pero el hecho primario queda ahí, desnudo de justificaciones e ideologizaciones: por primera vez se deja de conmemorar el Aniversario de la Revolución por parte de un gobierno emanado de un partido que basa su legitimidad en dicha Revolución: parricidio o matricidio, como quiera llamarse.
Pero esta es solamente la más reciente rueda de molino con la que han tenido que comulgar los priístas y  tal vez la menor. Porque acaban de avalar –en el sentido de respaldar y en el sentido de tragar- la Reforma Fiscal que ha causado una repulsa muy generalizada entre la población, sobre todo de las fronteras norte y sur. Por más sobaditas presupuestales que los legisladores tricolores le quieran dar al marrazo que le asestaron a los fronterizos, por más peroratas justificatorias que ellos y sus aliados perredistas receten a los sufridos ciudadanos, queda muy claro que en toda esta brega unos y otros no actuaron más que como empleados de Videgaray, el Secretario de Hacienda.
Y por ahí seguirán con la Reforma Energética. No son pocos los legisladores priístas que dudan sobre las bondades privatizadoras y entreguistas de la iniciativa de su presidente. Pero se van a poner azules, sí azules, cuando el PAN les venda el apoyo a dicha iniciativa con la condición que la hagan más descaradamente privatizadora y entreguista, cuando los panistas vendan caro su amor a la Reforma exigiendo que se incluya lo que ya se ha venido negociando en lo oscurito con las trasnacionales petroleras, como lo acaban de filtrar el Wall Street Journal y la agencia de noticias económicas Bloomberg.
Algo parecido sucede en el ámbito estatal. Así como a nivel nacional existe un repunte del centralismo y un repliegue del federalismo, en Chihuahua hay una pérdida de autonomía de los poderes Legislativo y Judicial, no ante el Legislativo, sino ante el Gobernador en persona. Al punto de que el Congreso se ha convertido en el Departamento Legislativo del Gobierno del Estado, pues ninguna ley, ya no digamos se mueve,  o se imagina si no viene ya diseñada y firmada por la Consejería Jurídica de Aldama y Vicente Guerrero. El partido, a nivel estatal, ha venido derivando en el aparato de operación y sobre todo de acarreo político gubernamental.
Eso duele, eso les ha de calar a los priístas de convicción.  El ver que en el PAN y en el PRD encuentren adversarios, y últimamente, hasta aliados a modo y, sin embargo, en el interior de su partido medren los auténticos enemigos del mismo, los que con sus imposiciones, acciones y ocurrencias están deteriorando a pasos agigantados lo que le queda como partido, como revolucionario y como institucional.  No son Madero o Zambrano o incluso AMLO quienes les van a quitar más votos en las próximas elecciones, sino las malas políticas y las malas prácticas impuestas desde Los Pinos o desde el Palacio de Gobierno de Chihuahua.

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