‘Pichú’ De la Rosa: murió el deber en favor del ser
Va una anécdota: cuando transitaba junto con De la Rosa por la Avenida Universidad de Chihuahua hacia la Plaza de Armas a un histórico mitin contra el sanguinario gobernador Óscar Flores Sánchez, buscábamos una frase impactante para su discurso del que iba a ser un orador central. Como aún corrían tiempos rulfianos, le recomendé: “Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos”, creo tomada del “Llano en llamas” y, llegado el momento y en tono de eficaz agitador, la lanzó al aire electrizando a los asistentes al mitin de 1972. Eran los tiempos en los que corrió la sangre de Diego Lucero y Avelina Gallegos, entre otros. Eran los tiempos cuando había una izquierda consistente y ajena por entero a toda transacción que significara puestos, cooptaciones o canonjías.
Pasa el tiempo y de acuerdo a la Ley de Heráclito, todo cambió. Hoy el afamado Pichú actúa como un hombre del poder: es diputado local con licencia y se le ve aquí y allá en Ciudad Juárez con su nueva charola del poder en ristre. Es natural que así sea cuando los proyectos de poder se asoman a la ventana.
Pero hay algo extraño. A la licencia como diputado local propietario, sobrevino el informal nombramiento de asesor de su propio suplente, con el que comparte al 50% la dieta. Tuvo la decencia de no ocultar el arreglo y lo hizo público en entrevista periodística.
Que esto es indebido, salta a la vista. Que esto niega al hombre que fue, también. Y que esto se haga a la sombra del paraguas de un proyecto que dice transformar históricamente al país es cinismo, cretinismo, para matizar.
Sin ponerme filosófico, atrás en las tinieblas quedó el deber, robespierrano a veces, y llegó el mezquino ser que todo lo aniquila.
Que le sea leve.
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