Con la mitad de la estatura de Franklin D. Toosevelt, que tuviera Donald Trump


Isaías Orozco Gómez

La inquina del presidente de los USA Donald Trump, contra medio mundo y, específicamente, contra México, ha llevado, en varias ocasiones al Presidente de los EUM, licenciado Andrés Manuel López Obrador, a hacer mención de la política interna y externa que llevó a la práctica el expresidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Franklin Delano Roosevelt, durante los doce años que tuvo bajo su responsabilidad los destinos de la citada nación.

La más reciente mención hacia la gran personalidad del expresidente de los USA, Franklin D. Roosevelt, la acaba de hacer el presidente de México, a raíz de la declaración nada comedida, que Donald Trump hizo, en relación a establecer el 5% de arancel a importaciones de su país, hasta que México frene la migración de indocumentados, amenazando con incrementarlo gradualmente hasta llegar al 25%. A lo que de inmediato contestó AMLO: ‘No soy cobarde ni timorato’ (El Diario, Entorno, viernes 31 de mayo/2019).

Conviene, entonces, hurgar un poquito en la vida de Roosevelt, para ubicarnos mejor en el por qué el presidente de los EUM, Andrés Manuel López Obrador, lo considera importante personaje no sólo de los USA, sino para el resto del Planeta Tierra.

Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), fue electo Presidente de los USA en 1933, reelegido en 1936, 1940 y 1944. Le tocó enfrentar la crisis económica generada en  los años1929-1932, por medio del “New Deal” (inglés. Nuevo Trato), nombre dado al programa social y económico de su primera y segunda administración pública, encaminado a aliviar los peores efectos de la DEPRESIÓN, implicando la devaluación del dólar en un 40%; iniciando varios proyectos de obras públicas para crear empleos, comprendiendo el Cuerpo Civil de Conservación (1933-1941), que creó dos millones de puestos de trabajo en tareas de reforestación; aumentar la seguridad social de la población industrial y de los pequeños agricultores. Con la Ley Nacional de Relaciones laborales, de 1935, codificó y reforzó los derechos de los obreros a formar sindicatos, mientras que una Ley de Seguridad Social introdujo un plan de seguros sociales. Política socioeconómica, considerada por los conservadores como “socialismo larvado”.

Pero también se consideró su política presidencial, como el período de la BUENA VECINDAD. Creencia cristiana que Roosevelt asumió como su doctrina política, muy contraria a las tesis del nazifascismo del momento que provocó la Segunda Guerra Mundial o “Guerra Patria”;  y que en general el pueblo norteamericano aceptó como el camino cotidiano de su política exterior; y de adquisición permanente para los pueblos y gobiernos de Latinoamérica y del Caribe.

En cuanto a su política exterior, Roosevelt sostenía que la igualdad de aptitudes de todos los americanos (los del norte como los del sur) era todo un compromiso de acción. En común acuerdo con otros Estados-Nación le fue posible llevar a efecto un sinnúmero de proyectos en los que se procuró la desaparición de la explotación del débil. De ahí partió la confianza que hacia Roosevelt tuvieron los gobernantes del continente. Se incrementó la simpatía hacia Latinoamérica y las transnacionales imperialistas no se vieron muy seguras en sus leoninas y voraces ambiciones financieras. Muestra de esa confianza y buen entendimiento con el presidente en referencia, fue la carta que al término de su mandato le envió el presidente Cárdenas.

Elocuente y trascendente la afirmación que hizo el presidente Roosevelt: Ninguno de los problemas económico-sociales de los Estados Unidos serían resueltos MIENTRAS HUBIERA HAMBRE E IGNORANCIA en alguna parte del continente americano.

Cómo no retrotraer la figura de Franklin D. Roosevelt, de ese estadista que logró depurar la democracia estadounidense de aquellas fallas que hicieron inevitable la crisis avasalladora de 1929. Paladín de la democracia anglosajona, creyó sin ambages en su capacidad para resolver todos los problemas sociales, sin excepción de lugar y tiempo. La vecindad con Latinoamérica, que entonces fue buena, generalizó esas doctrinas políticas pues F.D. Roosevelt había dulcificado la interpretación capitalista de la historia con ideales de cristiana fraternidad.

Desafortunadamente, la ambición de poder hizo naufragar la Buena Vecindad. Al luchar por defender, e incluso por extender, su ya enorme esfera de influencia, el “buen vecino” volvió a ser –y con más fuerza que nunca– el “hegemón”. Los países pobres estaban destinados a ser explotados; no había para desvelarse por ellos, ni para qué respetar sus sistemas; bastaba la obediencia y el pago, claro está, de pingües dividendos, económicos preferentemente, pero también militares e incluso políticos.

Desgraciadamente, el ansia, la avaricia, la mezquindad por hacerse de un poder mundial provocó el desquiciamiento de los valores de la “Buena Vecindad”.

¡Ah, cómo le haría bien a los USA, a los EUM y a todo el resto de América y del mundo, que tan sólo con la mitad de la estatura de F. D. Roosevelt, que tuviera Trump, otra hubiese sido y sería su penosa –¿o vergonzosa?– presidencia!

(Obra consultada: Francisco Cuevas Cancino, “Roosevelt y la Buena Vecindad”, Fondo de Cultura Económica, México).

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