Día de la Libertad de Prensa; Nada que celebrar

Nada que celebrar en este 7 de junio bautizado como “Día de la Libertad de Prensa” e instituido por editores de la época y el gobierno federal en turno de Miguel Alemán Valdez en 1951, para dar gracias al ejecutivo nacional por “hacer posible el ejercicio de un periodismo libre”, y especialmente por resolver en ese entonces el problema de la escases de papel para los medios.
Nada que celebrar frente a hechos bochornosos de entreguismo, zalamería y connivencia entre directivos de la prensa mexicana y el poder en turno, al amparo de un doble discurso de agradecimiento a los medios y a los periodistas por un lado, y de abusos de poder, agresiones y sometimiento por el otro.
Nada que celebrar en este día de “consagración de los periodistas” al ideal de libertad de prensa que la autoridad “ha enaltecido” como “Día de acción de gracias” y genuflexión del periodismo.
Nada que celebrar frente a las innumerables muestras de indiferencia de la autoridad ante a las múltiples agresiones, amenazas y asesinatos de compañeros periodistas del mundo, del país y de Chihuahua en el cumplimiento de su deber.
Nada que celebrar mientras muchos reporteros continúen laborando bajo condiciones de desventaja y sin respeto a sus derechos laborales, con sueldos miserables y en sometimiento a la voluntad expresa de los propietarios de los medios de comunicación.
Nada que celebrar mientras las formas de poder aprovechan su posición hegemónica para negociar con la publicidad favoreciendo a medios y periodistas sometidos a su voluntad, sin rendición de cuentas ni transparentar intercambios, ni criterios para otorgar convenios, que son utilizados como una forma de cohecho.
Nada que celebrar mientras las diversas policías abusen de su poder y repriman imponiendo esposas de acero sobre las muñecas de reporteros, que en cumplimiento de su trabajo, tratan de detener la imagen para dar a conocer lo que la autoridad quiere que no se sepa.
Nada que celebrar mientras los periodistas en exigir justicia, tienen que salir a la calle y manifestarse en las carpas como protesta contra los abusos, amenazas, agresiones, represión y mal trato de quienes se supone que deben mantener bien informada a la opinión pública y tratan de sacar a la luz la verdad.
Nada que celebrar mientras que las formas de poder hagan caso omiso a las exigencias de atención oportuna y precisa a la necesidad de elaborar iniciativas legislativas que vayan en defensa y protección de periodistas y derecho humanistas, blanco preferido de pervertidos del poder que hacen de la intolerancia una forma de responder brutalmente al cumplimiento fiel de la función del periodismo: dar a conocer informaciones que los usufructuarios del poder tratan de mantener en el limbo en perjuicio de la sociedad en su conjunto.
Nada que celebrar, mientras periodistas que en su condición de adultos mayores que entregaron toda una vida en el ejercicio de su profesión, son relegados, olvidados, sometidos a la soledad de los recuerdos, desprovistos de la seguridad social que les niega una vida digna y de calidad, luego de una entrega cotidiana, casi religiosa, reflejada en ordenes de información, que no es correspondida incluso por los propios medios donde dejaron gran parte de su vida útil.
Nada que celebrar, mientras periodistas de toda condición tengan que emigrar de sus entidades e incluso de su país de origen, huyendo de la barbarie y la intransigencia para refugiarse en cuevas de seguridad, ante las amenazas de agresión y de muerte no solo contra ellos, sino de sus familias.
Nada que celebrar, mientras las periodistas por género no reciban el trato equitativo que se merecen, ante las actitudes misóginas y de discriminación a ultranza practicadas de manera cotidiana por detentadores de la autoridad represora, incluso por representantes de niveles más elevados de la escala de la estructura de mando de la autoridad periodística.
Nada que celebrar, mientras las diversas organizaciones periodísticas, colegios, foros, asociaciones, colectivos, academias, actúen como simples agrupaciones sociales de festejo y autoelogio, orgullosos de su agrupación, pero sin señales de solidaridad pública frente a la agresión, la amenaza, el desprecio franco y abierto hacia los periodistas, calificados por los poderosos como especie despreciable, rara y abominable, que hay que soportar, pero que merece la ignominia.
Nada que celebrar, mientas la impunidad sea el común denominador ante los asesinatos, ejecuciones y violaciones de los derechos fundamentales de periodistas, que hipócritamente son mencionados en cada “Festejo del Día de la Libertad de Expresión, que luce limitada y muy acotada, manipulada por las diversas instituciones de poder hegemónico.
Nada que celebrar, mientras no se brinde consideración entren los propios periodistas, y la integridad y la dignidad sean sometidos a sentimientos de la envidia, falta de respeto, confrontación, insidia y malos tratos.
Nada que celebrar cuando el ejercicio del cohecho, entendido como la entrega de un soborno para corresponder a alguien y obtener un favor de su parte, se convierte en dadiva que puede concretarse en dinero y regalos, entregados por funcionarios públicos con el fin de omitir una acción, o cuando el soborno se entrega para impedir u obstaculizar un acto, hecho que se constituye en delito de participación necesaria, porque hay un oferente y un retribuyente, es decir uno que induce y otro que es inducido.
Nada que celebrar en un país donde se agrede a un periodista cada día -y la tendencia crece-, porque el daño a la sociedad al agredir a la prensa es dejarla sin información, toda vez que el periodismo es un bien social; se asesina, desaparece, encarcela, tortura, amenaza a las diversas formas de hacer periodismo y de llevar información a las personas.
Nada que celebrar ante la censura sistemática, al interior y la exterior de los medios. Es riesgoso hacer periodismo, la violencia se ensaña, además hay falta de flujo adecuado de información y a la hora citada en ruedas de prensa, información distorsionada, mediatización de periodistas y medios de comunicación.
Nada que celebrar, y es que un pueblo ayuno de información, de auténtica información -sin libertad de expresión tampoco hay libertad de información- representa el caldo de cultivo para una dictadura como la concebida por George Orwell en su novela "1984".
El periodismo es un bien social por el valor de la información en la sociedad, su impacto fortalece a la sociedad en su conjunto.
Ante las falsedades, atentados, miedo de hablar y escribir, miedo de expresar la verdad, no hay nada que celebrar.
No importa el día. Cualquier día es propicio para decirlo.
0 comentarios: