EDITORIAL
En el momento en que se escriben éstas líneas, cuando la reforma energética ha sido aprobada en lo general por el Senado de la República y empieza a discutirse en lo particular, es claro que el golpe asestado a los mexicanos es irreversible y que se ha consumado el atraco al país, tal vez superior al que existía antes de 1938 durante la expropiación petrolera.
La estrategia seguida por Enrique Peña nieto hábilmente trazada desde su campaña a la presidencia de la República, incluso, pudiera pensarse que cabildeada por intereses extranacionales está dando sus frutos.
La creación del “Pacto por México” fue un golpe maestro y una trampa en la que desgraciadamente cayó buena parte de la izquierda mexicana con el PRD, y hoy, se pagan las consecuencias de tal error político.
Los alcances de lo que está consumado se verán en un futuro cercano y las generaciones futuras tendrán que pagar el costo de lo que la nuestra no ha podido impedir.
Las grandes compañías trasnacionales se estarán frotando las manos del suculento banquete que les espera cuando se abran las fronteras a la inversión.
Es increíble que malos mexicanos, por decir lo menos, estén entregando nuestros recursos como son el petróleo y la electricidad al capital extranjero cuando es sabido que el control de ellos por el Estado es fundamental para mantener nuestra independencia y soberanía nacional.
Las reformas a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución son el as bajo la manga con los que se está entregando el aís al extranjero.
El panorama que se presente en el país a futuro es aterrador.
El crecimiento de la pobreza, ya de por sí enorme para el grueso de la población, a pesar de los espejitos que se quieren vender con las utopías de que bajará el precio de la gasolina y de la luz.
La concentración de la riqueza en unas cuantas manos de mexicanos, y lo que es peor, la fuga de capitales al extranjero y las migajas a repartir al pueblo con más trabajo, sí, pero mal pagado.
Lo que si es cierto, es que el México que conocimos ha dejado de existir y que tendremos que acostumbrarnos al que llega, aunque sin renunciar a seguir luchando para que las cosas sean diferentes.
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