¿HIDALGO O ITURBIDE?
Victor Orozco
Concluí la segunda edición, revisada y aumentada de mi ensayo histórico "¿Hidalgo o Iturbide? Un viejo dilema en la historia de México". En estos tiempos que se ha renovado la polémica sobre diversas facetas de la independencia de México, es oportuno traer a colación este debate comenzado apenas despuntaba la aurora de la nueva nación en 1821. Reviso la participación de un gran número de intelectuales y políticos del siglo XIX, como el propio Agustín de Iturbide, Lucas Alamán, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez, José Fernando Ramírez, Ignacio M Altamirano, entre muchos otros. Formulo la cuestión en los siguientes términos: México no es una nación excepcional por cuanto a la búsqueda y nombramiento de sus señas de identidad en los prohombres que encarnan el comienzo de su ser colectivo. Todas las del mundo reclaman para sí mismas sus madres o padres fundadores, cuyas figuras se integran en el complicado movimiento histórico, siempre inacabado, en medio del cual se construye la nueva identidad general. La selección de los héroes nacionales es el resultado de una densa trama de fuerzas en la que obra una de manera principal: el grado en que la mayoría percibe que el personaje se identifica con sus propios intereses, sus sentimientos, su pasado y su enfoque del futuro. En un plazo largo acaba por imponerse este impulso, por encima incluso de los victoriosos circunstanciales.
Los insurgentes mexicanos no fueron los triunfadores si vemos su lucha desde el ángulo militar y aun después de consumada formalmente la independencia política su instalación en el panteón cívico enfrentó la radical oposición de influyentes miembros de las élites gobernantes, comenzando por el alto clero. Sin embargo, la articulación que se estableció entre la lucha insurgente de 1810-1821 y los nuevos esfuerzos por construir la nueva nación hizo que los dirigentes de aquella se constituyeran a fuer de incontables batallas militares, políticas e ideológicas en sus paladines. La mayoría de los mexicanos, que estrenaban gentilicio, se representaban mejor que en nadie en los hombres y mujeres de 1810, particularmente en Miguel Hidalgo.
¿Cómo es que aconteció este curioso suceso? La respuesta se encuentra en la peculiar manera cómo se llegó a la consumación de la independencia. Veamos:
En 1820, se produjo en España la revolución liberal encabezada por el general Riego, que obligó al rey Fernando VII a jurar de nueva cuenta la Constitución de Cádiz expedida en 1812 y nulificada en 1814, al regreso del monarca de su cautiverio dorado en Francia. Como se sabe, este código político establecía un conjunto de cambios profundos en la estructura feudal del reino español, atentando contra los señoríos, los latifundios eclesiásticos e instaurando un sistema eleccionario para nombrar a las autoridades. En esta tesitura, un pequeño grupo de aristócratas, clérigos y militares consideró que era mejor separarse de la España liberal que sufrir la extensión en la Nueva España de las instituciones democráticas y sus impredecibles consecuencias. De hecho, igual postura asumieron las élites políticas en otras colonias americanas. Se escogió para ejecutar el plan de separación provisional a un militar caracterizado a la vez por su pericia, dotes políticas e indudable lealtad al viejo régimen. De esta suerte, Agustín de Iturbide, antaño un feroz enemigo de la independencia pasó en unos cuantos meses a ser su campeón. Su figura se convirtió en el principal símbolo del partido conservador, como se conoció a partir de los años treinta a la tendencia que postulaba la defensa, abierta o subrepticia, de las viejas instituciones coloniales.
Sin embargo, desde 1810 Miguel Hidalgo y Costilla, cura de Dolores, había comenzado la lucha contra el dominio español en estas tierras. Aun cuando en principio no se proclamó de inmediato la independencia, la fuerza de los acontecimientos, llevó a que nuevos dirigentes de la insurgencia lo hicieran y de igual manera ratificaran la vocación emancipadora comenzada por Hidalgo con la abolición de la esclavitud y la supresión de las onerosas cargas a los pueblos, de las cuales eran beneficiarios hacendados y altos dignatarios del clero.
Entre los muchos caminos que han seguido los estudiosos del siglo XIX mexicano para encontrar sus claves, me parece por demás revelador éste que se dibuja en la polémica señalada. Concluye el análisis en el año de 1867 con el triunfo definitivo de la república y por consecuencia de los hidalguistas.
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