Para populismo, los del PRI


El PRI acusa a López Obrador de populismo. La palabrita en cuestión está muy manoseada de tal suerte que ya no sabemos de qué demonios estamos hablando cuando se menciona. Hay muchas acepciones, pero una de ellas, quizá la más básica, es la utilización de la economía con fines políticos. Repartir dinero para conseguir apoyo social. Si aceptamos esta definición, pues el PRI es el que más peca de populismo en México.
Ahí está lo que hicieron en las pasadas elecciones del Estado de México. El tricolor repartió dos tarjetas, la “rosa” y la “roja” al electorado. Con la primera ofreció que, de ganar su candidato, Alfredo del Mazo, entregaría un “salario rosa” para las amas de casa y, con la segunda “fondos de retiro” para los adultos mayores. De acuerdo a un muy interesante artículo publicado en el sitio de nexos de Ulises Beltrán Rodrigo Castro, con base en una encuesta levantada la semana anterior a la elección mexiquense (26 al 29 de mayo), “el 4% del total de la muestra reportó haber recibido la tarjeta rosa. Esto significa que, si consideramos que el listado nominal del Estado de México es de 11,313,282 de electores, es posible estimar que se distribuyeron alrededor de 469,501 tarjetas rosas durante la campaña electoral. Esta cifra equivale a aproximadamente siete puntos de votación, es decir, una cifra muy significativa y mayor a la diferencia en la votación por el PRI y su competidor más cercano”.
El PRI no ha sido el único partido que ha repartido este tipo de tarjetas donde se promete que, de ganar un candidato, se repartirá dinero a cierto segmento de la población. Todos los partidos han utilizado estos esquemas para promover el voto a su favor. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha considerado estos instrumentos como legales, ya que no implican un intercambio directo de dinero a cambio del voto, sino una promesa de que habrá un política social generalizada para un segmento de la población (adultos mayores, amas de casa, etcétera) si gana cierto candidato. 
Yo tengo dudas al respecto. El asunto podría verse como compra de voto. Pero, para las autoridades electorales, esto es legal. En el caso de la tarjeta rosa que repartió el PRI en el Edomex, la promesa es que pagará mil doscientos pesos bimestrales por cada ama de casa mexiquense. Sabemos, de acuerdo a la encuesta mencionada, que se distribuyeron alrededor de medio millón de plásticos prometiendo eso. Vamos a decir que, ahora que ganó Del Mazo, se inscriban otros dos millones de mujeres para llegar a dos millones y medio, es decir, el 17% de la población de ese estado. Si es así, el costo del programa sería de 18 mil millones de pesos al año, equivalentes al 7% del presupuesto total del Estado de México (260 mil millones).
¿De dónde sacará el nuevo gobernador esta cantidad astronómica de dinero? En el reverso de la tarjeta rosa dice “al hacer crecer la economía del estado con la apertura de empresas, el estado tendrá mayores ingresos, esos ingresos serán destinados al programa de salario rosa”. Este argumento recuerda a lo que dicen los populistas de derecha del Partido Republicano de Estados Unidos: si bajamos los impuestos habrá más crecimiento económico, lo que permitirá que el gobierno recaude más impuestos y mantener, así, el nivel actual del gasto público.
Y es el mismo argumento que utilizó el gobierno de Peña para endeudarse durante este sexenio. Como creyeron que la economía mexicana crecería más, el gobierno se endeudó sin supuestamente poner en peligro la salud de las finanzas públicas. El problema es que el país no creció más, pero sí la deuda, que pasó a ser del 38% del PIB a finales de 2012 a 50.5% en 2016.
Lo mismo está proponiendo Del Mazo en el Edomex: les va a repartir dinero a las amas de casa, porque la economía de su estado crecerá más. Y si no sucede, ¿habrá salario rosa? Por supuesto que sí, porque el PRI tiene que cumplir su promesa. Es más, me atrevería a pronosticar que el próximo candidato presidencial del PRI va a copiarle a Del Mazo y repartirá tarjetas rosas para toda la población del país. No importa cuánto vaya a costar ni el impacto negativo que esto pueda tener en las finanzas públicas. Lo importante será ganar. Repartir dinero público para ganar elecciones, porque así es la lógica populista. Al fin y al cabo el contribuyente es el que paga. Y ojo, no estamos hablando de López Obrador, sino del PRI, los que importaron este concepto a México e históricamente los que mejor lo han implementado, aunque esto signifique la eventual ruina de las finanzas públicas del país.

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