¿Por quién lucha el magisterio?

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Oder Yemal Santana/ Chiapas se coloca a la cabeza en rezago educativo, y es el último lugar en aprovechamiento escolar, pero en contraste es de los primeros en reprobación e injusticia educativa, entendido esto como la limitación de acceso a los servicios educativos, permanencia y egresión. Semejantes números comparten otros estados como Oaxaca, Guerrero o Michoacán, este último, donde hay casi 70 mil niños de entre 5 y 14 años que no asisten a la escuela y que además gradúa la menor proporción de estudiantes de secundaria y tiene el nada honroso título de ser el que mayor deserción escolar tiene en ese nivel. Lo peor es que estos estados tienen otro punto en común: no compiten ni retienen inversiones, y esto se debe a su pobre capital humano, que se describe como población poco preparada, poco capacitada para el trabajo, mano de obra de poca calidad y limitadas competencias, además de una limitada formación social: seguridad, convivencia, desarrollo deportivo, desarrollo humano en sentido amplio, valores sociales y familiares en crisis por la migración, pobreza etc.
Tampoco es algo nuevo, o reciente, estos números los vienen arrastrando desde años, décadas atrás, lo que hace que me asalte la siguiente pregunta: ¿Dónde estaban los maestros alzados de estos estados? ¿Qué hacían mientras tanto? ¿Por qué en ningún lugar hay constancia de que el magisterio organizado denunciara o se manifestara para exigir una mejor calidad educativa, mejor infraestructura, mejor formación? y aún más ¿Dónde estaban mientras el SNTE destruía la educación: la maniataba, la rezagaba, la corrompía, impedía su desarrollo? Revisando la prensa en los últimos 30 años, observo que la gran mayoría de los movimientos magisteriales fueron luchas intestinas, desde dentro del propio gremio, por luchas de poder, inconformidades salariales, concesiones, plazas, a causas de despidos y ¡nunca…NUNCA! por una mejor calidad educativa, por mejorar las condiciones de aprendizaje y acceso educativo de sus alumnos. La lucha por la tierra y contra el autoritarismo de los maestros guerrilleros fue una acción individual no gremial y otra excepción fueron los Normalistas de Ayotzinapa que ellos si demandaban mejores condiciones educativas y de infraestructura y por el cese a la persecución contra las normales rurales.
Ahora mismo los vemos levantarse como en los años 70, cuando crearon la Primera Asamblea Nacional de Trabajadores de la Educación y Organizaciones Democráticas del SNTE, como cuando se opusieron a Jongitud , pero igual los vemos en muchas otras regiones, salvaguardar las prácticas corruptas de su antigua jefa Elba Esther Gordillo. Hoy los vemos organizarse para una vez más, mantener o incluso mejorar sus condiciones laborales, sus intereses, sus pingues ilegal y corruptamente obtenidas, luchar porque se mantenga el status quo, que se sigan heredando las plazas, que no haya lugar para maestros formados porque estos lugares están designados para aquellos que heredan o reúnen el capital suficiente para comprar una plaza. No quieren evaluarse y menos aún que esta evaluación los haga expulsar del servicio.
No comparto ésta mal llamada Reforma Educativa, y no la comparto porque excluye el mejoramiento escolar real, no somete a revisión integral programas y políticas educativas, no se desliga de la tutoria y/o subordinación al SNTE. Tampoco creo que una evaluación deba ser causa de despido de maestros, en todo caso, se debe someter a revisión como es que cada maestro llegó al servicio, si contaba con la formación y las competencias necesarias, si llegaron por méritos propios o si fueron favorecidos por políticos o sindicalistas. Si fueron malamente beneficiados en la adquisición de plazas, sueldos, compensaciones, claves L, horas de Superior, o si gozaron del padrinazgo del sindicato, de alguna forma para trabajar en zonas de confort en detrimento de maestros con más mérito o años en el servicio. Este debe ser en todo caso el argumento para el despido de falsos maestros, de oportunistas y corruptos. Si han de ser despedidos que sea por faltar a la norma y a la ética educativa, por burlar la ley y por acceder a una plaza o un beneficio de manera ilegal y corrupta.
Trabaje 20 años en el servicio educativo, de hecho desde antes, fui maestro en una comunidad apartada de Guadalupe y Calvo, sin sueldo fijo, sin plaza, sólo con la voluntad de enseñar. Vi de todo en esos años, y jamás recibí beneficio alguno del SNTE, jamás alguien puede decir que le solicité su favor. Recibí el peor sueldo que existía, y aun así, jamás escatime mi esfuerzo, trabaje como el que más y siempre di lo mejor de mí, y nunca, nunca me calle nada, corrí los riesgos de siempre dar mi opinión, de nunca secundar algo que considerara un mal para la educación.
Como consecuencia de esto, fui despedido. Como no muchos. Fui castigado doblemente, por un lado el Sindicalismo y sus porras me llamaron traidor. Mis compañeros me dieron la espalda y prefirieron esconderse, no de mí, sino de ellos mismos; metieron la cabeza bajo tierra para no verse su propio rostro, su propio yo.
Quizá no compartan lo que digo, y quizá no comulguen con mi forma de expresarme, lo entiendo, pero nadie que no haya levantado su voz, o haya corrido los riesgos que yo corrí puede decirme que me equivoco. Podrán poner en duda mi razonamiento pero nunca mi ética. La educación no pide apoyo, ni que se sumen a la voz de los que luchan por sí mismos, ¡la educación exige luchar por algo más que uno mismo maestros: por sus alumnos, por los saberes, por los valores, por el tipo de ciudadanos que queremos ser!
La Reforma Educativa no es el enemigo, como tampoco lo es el maestro como tal, ese del que muchos hemos recibido grandes beneficios y enseñanzas ¡EL ENEMIGO ES LA SUMISIÓN Y LA MIOPÍA, COSAS DISTINTAS PERO ÍNTIMAMENTE UNIDAS! El no ser capaz de ver al enemigo, por ceguera o por conveniencia nos hace sumisos, nos hace a lo menos vulnerables.
Si hemos de levantarnos debe ser contra el modelo de enseñanza, contra lo que se enseña y el cómo, contra la selectividad, contra la injusticia y la antidemocracia en la escuela, contra los valores patrioteros y de clase, contra la doble moral y el modelo de familia anticuado, convenenciero e hipócrita. Debemos someter a reconceptualización la figura del maestro, y que este, o sea un trabajador del Estado, al servicio del gobierno en turno, o un profesionista al servicio de la educación, con independencia laboral, política y moral, que su estimulo sea justo sí, pero que este se ate a la propia calidad educativa, que gane más quien mejor servicio ofrezca, quien más se forme y se actualice, y quien ponga sus mejores esfuerzos en la enseñanza.

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