La Mosca en la Pared: Confusión



Oder Yemal Santana.

Recién me he declarado oficialmente confuso, obnubilado, inhábil, patológicamente hablando; y quiero explicar la razón. En psicología la confusión es un estado mental, de los llamados agudos; tiene muchas manifestaciones pero la principal es la inconciencia o la pérdida del juicio, padecer una o ambas a la vez, es un rasgo inequívoco de confusión.
Mi confusión es recurrente; es decir, es un mal que me aqueja desde siempre, con leves lapsos de bienestar que me hacen pensar en la sanación, pero luego la confusión regresa con más fuerza que nunca.
No depende de circunstancias específicas pero sin duda es producto de una gran tensión mental dirían algunos amigos psicólogos. Lo cierto es que ahora mismo estoy definitivamente confuso, y como lo sé, bien pues he aquí las razones de mi diagnóstico:
Vivo en un Estado fallido. Según la organización The fund for peace un Estado fallido es aquel que ha fallado en la misión de llevar bienestar a los ciudadanos en la prestación de sus servicios básicos, y establece los siguientes parámetros de medición:
• Pérdida de control físico del territorio, o del monopolio en el uso legítimo de la fuerza.
• Erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones.
• Incapacidad para suministrar servicios básicos.
• Incapacidad para interactuar con otros estados, como miembro pleno de la comunidad internacional o bien excluye por voluntad propia a aquellos que cuestionan su naturaleza.
No obstante, muchos analistas coinciden en que un Estado que ha fallado es aquel que se caracteriza por un fracaso social, político, y económico, donde su gobierno es tan débil o ineficaz, que tiene poco control de su territorio, o en sentido contrario, ante su ineficacia utiliza la fuerza para mantenerse firme; no provee ni es capaz de proveer servicios básicos y en todos los niveles de su estructura se presentan altos niveles de corrupción y de criminalidad.
Vivo en un Estado que ha fallado puntualmente en todo esto y aun así, sus habitantes eligieron vivir en él, votaron a sus gobernantes, eligieron a sus legisladores, y sin temor a equivocarme en unos años volverán a ratificar a los gobernantes que ahora los ofenden.
Los mexicanos somos un país adolecente que no sabe controlar sus emociones, un país que llora, que reacciona desde la herida. Como bien expresara Maximiliano Gracia Hernández, y luego con brutal crudeza afirma: “México vive bajo un hartazgo… si un mexicano común hablará diría… ¡estoy hasta la Madre! y es que hemos vivido de crisis en crisis, sin embargo también diría… ¡pero como México no hay dos!
Esa terrible contradicción nos persigue y nos define más que cualquier otra cosa; desde la Colonia misma cuando fuimos víctimas y participes de nuestra propia conquista.
Me declaro confundido, no por este hecho que resulta evidente, y trágico, me declaro en estupor porque ante este estado de cosas no hemos sido capaces de construir alternativas, porque elegimos a este gobierno porque no teníamos otra opción viable, honesta, que representara auténticamente un cambio de rumbo; elegimos al diestro porque el siniestro nos resultaba exiguo; elegimos al ofensor con sus políticas depravadas porque las de quienes aparecían como los defensores de nuestra historia de héroes y de sacrificios, resultaban detestables; elegimos más de lo mismo porque las calles fueron tomadas por oportunistas, falsos profetas y caudillos.
Me declaro confundido porque una vez más son los jóvenes los que nos marcan el rumbo, porque son otra vez los jóvenes los que ofrecen su sangre y su vida. Me declaro confundido porque al igual que muchos millones padezco confusión, porque ya no soy capaz de diferenciar o de elegir entre un mar de posibilidades porque todas me parecen aborrecibles.
Me declaro confundido porque sólo veo interés y conveniencia; porque mientras unos engordan sus bolsillos de cochino, utilizando la corrupción y el poder para lograrlo, otros hacen uso de las necesidades sociales para parecerse a los primeros; utilizan la defensoría social para igualmente llenar sus bolsas; y otros más sólo desean satisfacción personal, redefinirse como individuos, sentirse bien consigo mismos, otro menos, al final lo que persiguen es identidad, encontrarle sentido a sus ansias, a sus anhelos.
Me declaro confundido porque la gran mayoría se siente ofendida, ultrajada, burlada; ciudadanos comunes como ilustrados nos sentimos víctimas, y sin embargo nadie al parecer sabe porque, a nadie parece importarle más que lamerse las heridas y señalar culpables.
Y no estoy menos confundido por el hecho de vivir en el constante reclamo, el cual en términos estrictos es demanda y reivindicación; mi confusión en realidad se funda en el hecho de quejarnos de todo y no pasar de ahí; de no pasar al siguiente nivel; por miedo, incredulidad, desconfianza.
Y finalmente, en mi confusión soy hipócrita, cómo expresara Nietzsche, porque: “Nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía.

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