Volvemos a la triste y cruda realidad: incrementos y más incrementos
Valentín Ramírez Llanes
Y las promesas de baja en precios del gas, gasolina y artículos de primera necesidad, donde quedaron.
Llegó el Año Nuevo, pasó la Navidad, llega y pasa la esperanza de los Reyes Magos, porque en México todo lo queremos solucionar con artilugios y magia, aunque sea negra, y volvemos a la triste y cruda realidad: el incremento inmisericorde de productos de la canasta básica y de todo, hasta lo suntuario.
El caso es que culmina el corredor comercial –perdón- maratón Guadalupe-Reyes, y llega la andanada de aumento de precios de todo, hasta de lo que prometieron que bajaría, como es el gas, el diesel, la gasolina, que antes de terminar el año sufrió su último incremento mensual, y abriendo el 2014, el aumento de rigor, por el impacto de las reformas hacendaria y energética, que han desatado un incremento masivo y en cadena de muchos productos necesarios para la subsistencia que permita vivir de manera digna, sin caer en la pobreza.
Lo cierto es que las promesas de mejor calidad de vida y baja de precios en servicios y productos como los hidrocarburos, claves en la economía de cualquier país, ha sido pan con lo mismo, promesas y discursos que no pasan a los hechos y que pueden convertirse en detonadores de protestas más airadas provocadas por el encono, inconformidad e impotencia de no poder hacer nada ante el cinismo de los empoderados en los gobiernos y legislaciones de todos los niveles.
Y como botón de muestra basta con echar una ojeada al incremento aplicado a muchos productos básicos, incluso desde antes de que entraran en funciones los puntos de las reformas fiscal, hacendaria y energética, en una desfachatez que no tiene nombre, que fue ignorada por las autoridades encargadas de supervisar que los precios se incrementaran a partir del 2014.
Del incremento salario mínimo, fijado en un mísero 3.9 %, que es el que debería aumentar sustancialmente, ni los empresarios, menos el gobierno y sus filiales encargadas de fijar la miseria de los salarios dijeron nada, simple y llanamente dejaron correr los aumentos contra la canasta básica, y el incremento al salario mínimo, que hace honor su nombre, pulverizó las esperanzas de mejorar la calidad de vida tan cacareada por las autoridades, incluso antes de llegar el poder republicano, por lo que definitivamente vuelven a ganar los rudos, los que más tienen (empresarios, aunque se quejen) y los que detentan el poder (gobiernos y legislaciones).
Porque hablar de precios justos y adecuados de la canasta básica, entendida como el conjunto de bienes y servicios indispensables para que una persona o una familia pueda cubrir sus necesidades fundamentales a partir de su ingreso y de su trabajo, que le permitan vivir una vida digna sin caer en la pobreza, nos deja fuera de una justa realidad, provocada por la cadena de incrementos que a partir de las reformas se han dejado sentir en todo el país.
Sube la gasolina y sube todo. Suben los productos azucarados que es lo que mantiene en pie a un sector mayoritario de las familias pobres del país y sube todo. Sube el pan dulce, papitas y comidas chatarras y sube todo, y de pilón hasta a las pobrecitas mascotas tendrán que conformarse con voltear a las mesas y esperar las sobras, que si las hay, se las pueda arrojar su desvalido propietario.
La cuesta de enero nos regresa a la triste y cruda realidad, después de vivir en estado de magia, fantasía y de ilusión durante la temporada navideña, gracias a una tremenda campaña de mercadotecnia que motiva de manera enajenada a realizar compras de todo y obliga a gastar más de lo que la gente recoge una vez año.
Ahora, en esta triste y cruda realidad, las familias tendrán que desembolsar más de 850 pesos mensuales de lo habitual, si los tiene, en la compra de refrescos y bebidas endulzadas, chocolates, frituras, chicles, paletas, cereales, helados y pan dulce, entre otros productos de consumo popular, al aumentar su precio 8 por ciento a partir del primero de enero.
Las alzas generalizadas derivadas de las reformas aprobadas por legisladores tendrán repercusión directa de 10 por ciento en el bolsillo de la gente, además del incremento consabido del gas y la gasolina utilizados por los vehículos distribuidores de mercancías, no se diga el precio del servicio de electricidad, que a pesar de los spots publicitarios de que bajaría, la CFE abrió sorpresivamente el año nuevo con nuevos incrementos que afectan la economía de la gente y de los negocios y la escalada no se detiene, al contrario.
En efecto, contrario a lo ofrecido por la reforma energética y lo prometido a través de una intensa campaña de que gracias a la reforma energética “las familias mexicanas pagaremos menos por la luz”, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) comenzó a aplicar ajustes al alza en sus tarifas, que se actualizarán mensualmente, como está previsto para el caso de los bienes y servicios prestados por el sector público y más de 28 millones de hogares tuvieron incrementos de 50 por ciento en los recibos, se lee en los diarios nacionales.
Y el incremento de los empleos dignos y bien pagados, salario justo y adecuado, vida digna y de calidad que debe generar un estado de bienestar. Bien Gracias.
Como diría Kabeza en su cartón del día. Cuesta de enero, mal cálculo, se te olvido la reforma fiscal y sus alimentos, prepara tu equipo de alpinismo porque nos vamos al monte…de piedad. El banco de los jodidos, dirían otros.
En fin, el prometer no empobrece, el dar es el que aniquila. Las promesas se hacen para cumplirse. El asunto es que en nuestro México lindo y querido el discurso siempre contrasta con la realidad y ganan los de siempre: los detentadores del poder político y económico. El pueblo, la gente, que se las averigüe y haga milagros. Al fin de magia vivimos y de discursos. Metafísica pura.
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