El comandante supremo
Nada podía evitar la “lluvia de billetes" lanzada desde las curules de algunos cuantos del PRD, señalando a la presidencia de “comprada”, con grandes pancartas aludiendo a la empresa SORIANA. Tampoco la estampa de las legisladoras y los legisladores priistas que uniformados hacían valla en los accesos de la tribuna, pudo evitar la confrontación entre porras a la llegada de Peña Nieto, que simulaba un partido de futbol entre los Pumas y el América; bajo consignas de: “Asesino, asesino”. Y menos aún, la excesiva seguridad a las afueras de San Lázaro, pudo evitar que los estudiantes enviaran su mensaje al mundo”.
Tras concretarse ante la milicia, el Congreso de la Unión, y los perredistas que ahora se ofrecen como los nuevos socios del gobierno peñista, y que disciplinadamente hicieron acuerdos de “civilidad” y se limitaron a diseñar una patética réplica, que sólo ellos se creyeron, y que muy pronto su propio líder echó por la borda al desmarcarse y cuestionar las manifestaciones que se llevaban a cabo afuera de las puertas de San Lázaro; asimismo, la prensa “vendida”, esa ya tradicional en México desde la aparición de Televisa, pero que desde antes, históricamente ha estado presente en el desarrollo del priismo como partido en el gobierno, todos, atestiguaron y celebraron la ungida de su nuevo mesías, mientras que en tanto la pregunta que hoy muchos mexicanos nos hacemos es: ¿Quién gobernará, el Presidente Peña Nieto, o el Comandante Supremo?
En su discurso en el campo Marte, Peña Nieto fue claro en asumirse reiteradamente como el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, algo así como su “Alteza serenísima” de los tiempos modernos, pero con una pompa envidiable por el propio Iturbide. Al oírlo llamarse con tanta enjundia “Comandante Supremo”, quienes lo escuchábamos desde nuestro aparato televisivo sentíamos por momento que acudíamos a la toma de protesta de Daniel Ortega o Hugo Chávez y sus cuadros de militares franqueándolo. Esto más el exceso de seguridad a las puertas del recinto legislativo y que luego se hiciera efectiva al reprimir a los inconformes, nos hacía estremecernos ante la sola idea de que un exiguo pero iracundo personaje como Peña Nieto acaparase tal poder. Las golpizas a su ahora primera dama, y los innumerables casos de abuso durante su gestión en el Estado de México, son elementos de sobra para no desestimar el trasfondo de sus repetidas autoproclamas como Comandante Supremo, aún y cuando constitucionalmente así está establecido desde antes.
No menos preocupante fue ser testigo de la forma lambisconera y servil con que los medios nacionales cubrieron el evento, dedicando la mayor parte de su transmisión a la parte protocolaria, mostrándonos sólo la cara ceremoniosa y porfiriana de México, dejando de lado la parte cruda del día, la del otro México, aquel del que sí dieron cuenta los medios internacionales, como Le monde, el País, El mundo, Le figaro, Waschington Post, El clarín, Miami Herald, CNN Globovisión y muchos más, donde por encima de la pretendida imagen que los medios nacionales querían ofrecer, prevaleció la otra verdad, Le Fígaro, puso énfasis en que la ceremonia de protesta del priísta se vio marcada por hechos violentos afuera de la Cámara de Diputados y abucheos desde los partidos de izquierda, y el diario La Otra América enfatizó el uso de la fuerza pública para garantizar que el cambio de poderes se llevara a cabo sin inconvenientes; así como la actitud de los medios de comunicación nacionales para informar sobre los acontecimientos, poniendo a estos como “vendidos” al parcializar la información.
Este es en suma el escenario que ahora se avecina, donde la prensa nacional a pactado con el gobierno su silencio, mientras que por otro lado los poderosos, se saborean los acuerdos ventajosos que seguramente tendrán con este “nuevo PRI/gobierno”, y donde ahora mismo, la oposición se encuentra en su peor crisis; por un lado el panismo que se haya totalmente desfondado producto de sus luchas internas, y por otro el perredismo que ha optado por pactar con el gobierno peñista, en su afán de preservarse, ante el duro golpe dado por López Obrador al conformar MORENA, algo que si bien los propios perredistas ya anticipaban al plantearse la posibilidad de deshacerse del tabasqueño, no habían dimensionado adecuadamente sus efectos, hasta verse hoy en día, ante la posibilidad de una desbandada sin precedente en sus filas.
El propio movimiento MORENA es algo incierto, no se sabe con seguridad cual será su línea política aunque tampoco resulta difícil no adivinarla, no obstante su papel dentro de las izquierdas es aún incierto, aunque sin duda, ante el vacío que dejarán los perredistas, deberá asumir la bandera de la oposición real. Además habrá que ver el papel que de ahora en adelante tomara el Yo soy 132, al abrirse de capa como movimiento radical.
Sumado a esta incertidumbre, está saber, quien ocupará San Lázaro, el presidente inculto pero lógico, apegado a las normas del derecho; incapaz pero inscrito dentro de la tradición de la débil pero necesaria democracia mexicana, o el Comandante Supremo, de mano dura, irascible y violento, capaz de pisotear las mermadas instituciones en su afán de notoriedad y poder producto de su ego.
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